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Parte 2

Cooperativas en la transición ecológica: una mirada desde La Palma

Escribo desde “el borde del mundo”, como dice mi paisana Valeria Castro. Vivo en La Palma —una isla ultraperiférica y una de las má...

De Raquel López, Oficina Agroecológica S. Coop.
©Comunidad Energética Energía Bonita de La Palma (Canarias)

Escribo desde “el borde del mundo”, como dice mi paisana Valeria Castro. Vivo en La Palma —una isla ultraperiférica y una de las más verdes de Canarias— donde todo se percibe y sufre de forma distinta. Estamos lejos, y a menudo entre nosotros, los isleños, bromeamos en que aquí todo llega tarde: lo bueno y lo malo. Esa lejanía nos provoca dos sensaciones contrapuestas: la de sentirnos protegidos en nuestra “burbuja verde” —(cada vez menos verde) y, al mismo tiempo, expuestos a riesgos externos sobre los que no tenemos control, dependiendo de cómo nos ven y entienden desde el “centro”.

Contexto de un modelo agotado

El calentamiento global y la crisis ecosocial golpean al planeta entero, pero aquí, en la periferia, sus efectos son más graves. Canarias, llamada a veces “las Galápagos de Europa” por su biodiversidad, padece de manera más intensa la depredación de su territorio.

Nuestra economía se basa en un monocultivo platanero casi exclusivo de exportación, y un turismo de masas —sol y playa— que consume recursos desproporcionados: un turista consume cinco veces más agua que un residente local. Además, dependemos de alimentos importados envasados en plástico, lo que dispara nuestra huella ecológica y genera residuos desproporcionados a nuestras dimensiones. Nuestros campos están abandonados. La agricultura local cubre menos del 15 % de las necesidades de alimentación de los habitantes.

Junto a ello, dieciocho millones de visitantes al año para 2,2 millones de habitantes: ocho turistas por vecino. A pesar de ese flujo, la renta per capita canaria no deja de bajar. La paradoja es evidente: cuantos más turistas llegan, menos ganamos. Nuestra economía, de cimientos frágiles, ya colapsó durante la COVID-19 y el “cero turístico”. Solo nos queda reinventarnos: buscar soluciones valientes, innovar y luchar por nuestra dignidad.

Instalación fotovoltaica de la Comunidad Energética Energía Bonita, en Santa Cruz de La Palma ©Energía Bonita
Cooperativismo transformador

El cooperativismo surge como un espacio transformador, que nace desde la ciudadanía en esa búsqueda de soluciones. Es cierto que, en el sector primario, sobre todo en el del plátano, aquí ya tuvimos cooperativas que cumplieron su función hace décadas, pero forman parte del modelo agotado. Por ello, debemos romper moldes, innovar y aprender en el proceso. Para ello es bueno mirar a otros territorios con un movimiento cooperativo inspirador, como Cataluña, País Vasco o Valencia.

Y mirando esos ejemplos inspiradores, en 2020, con pandemia y volcán de por medio, fundamos Energía Bonita S.Coop.Can., una cooperativa de consumidores de energía eléctrica que hoy es ejemplo en islas. Somos 234 personas y 16 organizaciones consumiendo energía fotovoltaica de manera colectiva. Ya tenemos cuatro instalaciones en cubiertas escolares y varios proyectos en marcha. Al principio nos llamaron locos… pero aquí seguimos, aprovechando ese sol que tanto promocionan fuera.

También creamos Oficina Agroecológica S.Coop.Can., una consultoría cooperativa de tres mujeres rurales para impulsar proyectos de desarrollo rural basados en agroecología, economía circular y economía social. Buscamos dar vida al mundo rural, mostrar a los jóvenes oportunidades profesionales y frenar la despoblación. ¿Qué será de nuestra isla si quienes se van no vuelven?.

Ambas experiencias son ejemplos del poder transformador de las cooperativas. Ejemplos que pueden resultar inspiradores también para otras experiencias.

Taller sobre cooperativismo impartido por Oficina Agroecológica S Coop, junto a Red Anagos, en El Hierro, en mayo 2024 ©Red Anagos
Búsqueda de alianzas

Bajo el paraguas de Red Anagos (REAS Canarias), colaboramos para tejer redes y proyectar un futuro común. Aunque cada isla sea distinta, compartimos retos. Y, entre ellos, el de una banca que nos entienda, que hable nuestro idioma, valore proyectos con métricas distintas a las financieras y reconozca beneficios no recogidos en balances. Para cerrar el ecosistema necesitamos unas finanzas éticas, una banca ética, con la que crear alianzas.

Espero que esto sea solo el comienzo de una nueva era en Canarias: social, económica y medioambientalmente sostenible, donde el cooperativismo transformador tiene mucho que aportar.

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