Dándole vueltas al apagón
Desde el apagón del pasado mes de abril se han sucedido explicaciones en todos los ámbitos a diferentes niveles: desde nuestros cuñados al ...
De Alfonso García Márquez, Presidente de Unión Renovables CoopDesde el apagón del pasado mes de abril se han sucedido explicaciones en todos los ámbitos a diferentes niveles: desde nuestros cuñados al Presidente del Gobierno, pasando por técnicos y las propias entidades implicadas. Todas ellas han puesto de manifiesto y visibilizado la complejidad de funcionamiento y de manejo de nuestro sistema eléctrico, que tiene la peculiaridad de que se tiene que equiparar la producción de energía a la demanda en tiempo real. Es decir, producir la electricidad que se usa en el momento.
También ha puesto de manifiesto el desconocimiento generalizado de las personas, entre las que me incluyo, ya que no dispongo de ese conocimiento profundo propio de ingenieros —aunque me encuentre situado en el mundillo y sea capaz de generar una explicación plausible— de las necesidades del sistema eléctrico de buscar un equilibrio de forma permanente para que los parámetros de seguridad establecidos no disparen las alarmas y se produzca el apagón como medida de protección del mismo.

Cultura energética y sentido de comunidad
Las causas del apagón han permitido a algunas personas de a pie, al ser objeto de debate público, acercarse al conocimiento, de manera somera, de la composición del mix energético y adquirir cierta cultura energética suministrada por los medios de información a nuestro alcance.
Además, se ha convertido en una lección que abre una ventana de oportunidad al visibilizar la falta de empoderamiento de las personas en materia de energía. Nos hizo palpar la dependencia de nuestra vida diaria con el sistema eléctrico y nos hizo vulnerables durante unas horas. Porque en esos momentos, primeramente, no podíamos entender y luego no podíamos realizar actividades cotidianas, o no las podíamos realizar con la normalidad a la que estamos acostumbrados. Además, en muchos casos, desperezó el sentido de comunidad que nos fuerza a indagar por lo que le ocurre a la persona de al lado.
Posteriormente comenzamos a oír los cantos de sirena que promueven el consumo sin límites como si no hubiese un mañana, promoviendo de nuevo la nuclear, el carbón y el gas, y denostando las renovables (fotovoltaica y eólica), ignorando que venimos de un sistema complejo que carecía de ellas y en el que se hacen las inversiones mínimas para obtener la máxima rentabilidad.

Emergencia climática y transición energética
Estos cantos de sirena ignoran, o se tapan los oídos y los ojos, ante la situación de emergencia climática en la que estamos sumergidos y de excesos que estamos cometiendo en nombre del dios mercado. Hablan de crecimiento económico ignorando sus límites en lo material y, en aras de ese crecimiento, se realizan todas las acciones.
Hablan de eficiencia y no de reducción de consumos o de cambios de hábitos. Caminamos hacia otras realidades muy diferentes de las que venimos y tenemos que prepararnos, enfrentarnos a ellas. Ya es de sobra conocido —aunque siempre queda en un segundo plano— que ni los combustibles fósiles ni las nucleares solucionan nuestros problemas. Es más, nos crearán más problemas.
Instalar renovables con los mismos esquemas industriales y extractivistas, tal y como hemos hecho todo hasta ahora, tampoco solucionará nuestros problemas. Únicamente engordará el bolsillo de las personas de siempre. Sabemos que tenemos que caminar hacia un futuro renovable sí o sí, con muchísimo menos consumo energético. Hacer una transición justa en la que quepan todas las personas sería lo deseable y esperado.
Sin embargo, entendemos que nuestras exigencias respecto al desarrollo de esta transición deben de respetar las condiciones impuestas en la “economía del Donut” de Kate Raworth, es decir, satisfacer las necesidades básicas del ser humano sin exprimir los recursos limitados del planeta. Ese donut tiene dos círculos concéntricos. En el anillo interior están dibujados los requisitos básicos para el bienestar del ser humano: agua potable, comida, salud, educación, renta y trabajo, justicia y paz, participación política, equidad social, igualdad de género, energía, vivienda, y redes y conectividad. Todas ellas conforman el suelo mínimo social.
En el anillo exterior estarían los límites medioambientales, el techo ecológico: cambio climático, acidificación de los océanos, contaminación química, reducción de la capa de ozono, pérdida de la biodiversidad, extracción de agua dulce y otros peligros para la sostenibilidad de la Tierra. Suelo y techo coinciden con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas.
Recordaba una conferencia de Alicia Valero en la que hablaba sobre la ingeniería del botijo, en la que decía lo siguiente: “El botijo es un invento maravilloso, eficiente energéticamente, conserva el agua fría a pesar de que no lo enfriemos artificialmente, al sudar. Es un artefacto que es robusto, está hecho de un único material, que no tiene entropía, la arcilla, material común, abundante y fácilmente reparable, además de crear sentido de comunidad al tener que beber todas del mismo, en lugar de beber de latas o botellas individuales de agua, siendo un ejemplo de sencillez, ecodiseño y de robustez en los productos.” Pues bien, las características del botijo son a las que debemos aspirar a dotar en el diseño de nuestro futuro sistema energético: sencillez, ecodiseño, robustez, además de crear sentido de comunidad.

Otro modelo energético es posible
Mientras la energía no sea un derecho para todas las personas y las infraestructuras no estén soportadas por las administraciones públicas, desde las cooperativas de energía y desde las comunidades energéticas estamos trabajando para intentar construir de forma colaborativa un nuevo sistema energético. Uno que, al contrario que el anterior —centralizado y en manos de unas pocas personas que extraen todo el beneficio posible de sus consumidores— busca promover un uso sostenible, responsable, transparente y gestionado por muchas personas. Un sistema que no extrae de las propias cooperativas los posibles excedentes económicos que se generan, sino que los reinvierte en el desarrollo de la propia cooperativa, apoyando la economía local y creando empleo local.
Debemos aprovechar la oportunidad que se nos brinda y apoyar todas las iniciativas que ya existen o bien están surgiendo, sumándonos a ellas de todas las formas posibles. Ya que el verdadero cambio en la transición energética no solamente va de generación renovable, sino que además va de generación renovable distribuida, de respeto a los límites biofísicos y a todas las personas, de empoderamiento ciudadano en materia de energía y apoderamiento ciudadano del sistema energético hasta que el acceso a la energía se convierta en un derecho.