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Finanzas Sostenibles

El fin de la sostenibilidad

Llevaba tiempo en el aire, y ya se ha hecho oficial. El primer fondo europeo que invierte explícitamente en armamento ha sido autorizado para ...

De Andrea Baranes
© Olena Bartienieva/iStockPhoto

Llevaba tiempo en el aire, y ya se ha hecho oficial. El primer fondo europeo que invierte explícitamente en armamento ha sido autorizado para ser clasificado como «sostenible«. Armas sostenibles. ¿Cómo es posible? Desde hace varios meses, el rearme ocupa el centro de la agenda europea. Quizá sea la única prioridad, junto con la omnipresente competitividad. Los esfuerzos de las instituciones se han estado centrando en cómo canalizar una cantidad creciente de capital hacia la industria armamentística. Un esfuerzo que implica tanto a la financiación pública – con el plan ReArm Europe, de cientos de miles de millones de euros – como a la privada.

En este contexto,  se está trabajando en la directiva Saving and Investment Union, un conjunto de medidas destinadas a desarrollar el mercado financiero europeo. Entre sus prioridades figura la de canalizar los diez billones de euros que los ciudadanos europeos mantienen en sus cuentas bancarias hacia inversiones financieras. En qué empresas y sectores parece evidente, dado el actual clima de militarización.

Pero no basta con promover normativas que permitan que el dinero de nuestras cuentas corrientes acabe en armas: toda fuente de recursos disponible debe ser utilizada, incluso aquellas que expresamente piden que no se haga. Así, desde el año pasado se oyen voces —primero tímidas, luego cada vez más explícitas— que señalan que también las armas, o mejor dicho, “el sector de la defensa”, pueden considerarse una inversión sostenible. Se abren paso eslóganes como “no hay sostenibilidad sin seguridad” y se apunta que, si se toman al pie de la letra las definiciones y normativas europeas sobre finanzas sostenibles, no existe ninguna prohibición explícita de incluir las armas.

Un salto cualitativo en este discurso se produjo con la publicación del Informe Draghi sobre el futuro de la competitividad europea. Este documento incluye frases como: «El acceso a la financiación [para la defensa] suele verse obstaculizado por la interpretación que las instituciones financieras dan a los marcos de referencia de la UE para las finanzas sostenibles y a los marcos de referencia ambientales, sociales y de gobernanza (ESG)»

© Jezperklauzen / iStock
La sostenibilidad como obstáculo

Quizá sea necesario detenerse un momento. Hace más de dos siglos que la definición de finanzas sostenibles se basa en la exclusión de la industria armamentística. Ya en el siglo XVIII, algunos fondos religiosos en Estados Unidos decidieron no invertir en las llamadas “acciones del pecado”. Entre los primeros, la comunidad protestante de los cuáqueros, que excluyó en particular dos sectores: las industrias implicadas en la trata de esclavos y las vinculadas a la guerra, es decir, la industria de las armas. Una posición reafirmada con fuerza por las principales redes de bancos que basan su trabajo en la sostenibilidad, como la Federación Europea de Bancos Éticos y Alternativos (FEBEA) o la red internacional GABV.

Así ha sido durante los últimos doscientos años. Hasta ahora. Desde estos días, también un fondo que invierte en armas puede considerarse sostenible. Atención: no hablamos de un fondo que invierte en una pluralidad de sectores y marginalmente en armas, sino de uno centrado exclusivamente en inversiones en empresas del sector de la defensa.

Si están pensando, con toda legitimidad, que si todo es sostenible entonces nada lo es, en realidad el fondo ha adoptado algunos criterios para presentarse como “sostenible”. Excluye las armas controvertidas, qué generosidad. El fondo no puede invertir —¿por el momento?— en empresas implicadas en la producción de minas antipersona, armas químicas o biológicas, o uranio empobrecido. La guinda del pastel, sin embargo, es la decisión de excluir a las empresas que obtienen más del 5% de sus ingresos del tabaco.

Construir cazabombarderos o bombas atómicas es sostenible; cultivar tabaco, absolutamente no. Hemos superado el umbral del ridículo. Daría risa, si la situación no fuera trágica. Lo ocurrido no tiene que ver únicamente con el sector armamentístico. Con la decisión adoptada, se ha barrido de un plumazo el camino emprendido hace casi diez años por la Unión Europea para definir y enmarcar las finanzas sostenibles.

Noticia publicada en https://etfexpress.com/ el 21 octubre 2025
Si todo es sostenible, nada lo es ya

Imagina que eres vegetariano, vas al restaurante y te sirven un filete de ternera diciéndote que, desde hoy, la carne también entra en la definición de vegetariano. La única posibilidad que te queda es empezar a llamar a las cosas de otra manera. Ya no dirás que eres vegetariano, sino que encontrarás otra palabra para poder comer lo que quieras. Eso ha sido exactamente lo que ha ocurrido con el término «sostenibilidad”. Recordemos que afirmar que las armas no pueden incluirse en esta definición no significaba en modo alguno prohibir su financiación. Significaba —hasta este momento— que quien no quería que su dinero se destinara a armas tenía una palabra para expresarlo.

Y eso es lo que está en juego hoy en una Europa nacida y fundada sobre las libertades individuales, la libre circulación de capitales y los mercados financieros. ¿Sigue siendo así? ¿Como ciudadano, todavía tengo derecho a decidir cómo y dónde invertir mi dinero? Seré ingenuo, me equivocaré, pero no es ese el punto. ¿Tengo derecho a decir que quiero invertir en determinadas empresas y no en otras? ¿Tengo derecho a ejercer mis libertades individuales o, por el contrario, hoy, en Europa, estoy obligado a utilizar mi dinero y mis ahorros según lo que decida alguna institución?

Si aún conservo esos derechos, ¿cómo puedo ejercerlos si me roban las palabras para hacerlo? A partir de ahora, ¿los millones de ahorradores y clientes que no quieren que sus ahorros se destinen a las armas tendrán una palabra para expresarlo? ¿Podemos pedir cortésmente a las instituciones europeas que nos dejen al menos una? La llamaremos finanzas éticas, finanzas desarmadas, finanzas no-sé-qué o cualquier otro término. Y dejaremos de utilizar la expresión finanzas sostenibles que, oficialmente,  ya no significa nada.

Es más, quizá convenga dejar bien visible la expresión “armas sostenibles”. Podríamos grabarla junto a “la guerra es paz”, en la fachada del Ministerio de la Verdad. Ah, no, eso era en la novela 1984 de Orwell. En los tiempos actuales, donde parece que la neolengua inventada por Orwell en su novela se ha instalado en nuestro entorno, cuesta recordar que aquello era una obra de ficción.

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