Ahora sí el tiempo se ha acabado
Los 197 gobiernos que han participado en la 26ª Conferencia Mundial del Clima de las Naciones Unidas (Cop26), en Glasgow, han tenido el mérito de señ...
De Andrea Barolini, periodistaLos 197 gobiernos que han participado en la 26ª Conferencia Mundial del Clima de las Naciones Unidas (Cop26), en Glasgow, han tenido el mérito de señalar un camino. Pero lo han hecho permaneciendo firmes en sus posturas y jugando a la defensiva. En lugar de atacar la crisis climática con medidas inmediatas y drásticas, como lleva años reclamando la comunidad científica, se han limitado a una política de pequeños pasos. Durante las reuniones informales, así como durante la última asamblea plenaria, muchas delegaciones han expresado su profunda desilusión, empezando por las naciones más pobres y vulnerables a los impactos del cambio climático (del que, además, son mínimamente responsables). Y es que, mientras que para nosotros la batalla está en la diferencia entre una crisis y una catástrofe climática, para ellos es una cuestión de vida o muerte, ya que algunas naciones, especialmente los pequeños estados insulares del Pacífico, corren el riesgo de desaparecer del mapa.
Dos cuestiones en particular han dejado en Glasgow la sensación de haber perdido una oportunidad: el carbón y las subvenciones gubernamentales a los combustibles fósiles. En el primer borrador de acuerdo, difundido en la madrugada del miércoles 10 de noviembre, los ojos de muchas personas se abrieron de par en par al leer la palabra «eliminación» (phase-out) al lado de “carbón”. Asimismo, se hablaba de dejar de subvencionar públicamente no sólo la fuente de energía más perjudicial para el clima, sino también el petróleo y el gas. Sin embargo, en los borradores posteriores, se especificó que la eliminación sólo se aplicaría al carbón, dejando la puerta abierta a aquellas centrales que cuenten con sistemas de captura y almacenamiento de CO2. Y sobre la financiación pública, se decidió limitar la eliminación de las subvenciones a las definidas como «ineficientes», término abierto a las más amplias interpretaciones.
Sin embargo, esto no fue suficiente para satisfacer a los defensores de los combustibles fósiles. El hachazo se dio a última hora, en la última reunión. Fue India quien dio el golpe, pero es difícil negar que Estados Unidos, China y Australia también apoyaron -o al menos no obstaculizaron- la medida del delegado indio. La petición fue cambiar “eliminación” (phase-out) por “reducción” (phase-down). Basta una sola palabra para vaciar de significado todo un párrafo. Un auténtico ultimátum, con las negociaciones ya en la prórroga. Por otro lado, la Cop26 ha sido literalmente invadida por la industria fósil, que desplegó 503 lobistas para defender el carbón, el petróleo y el gas. Ningún país envió tantas personas a Glasgow: la segunda delegación más numerosa fue la de Brasil, con 497 personas.
Por si fuera poco, a las naciones más vulnerables se les negó la aprobación de un mecanismo para compensarles por las pérdidas y daños sufridos. Esta medida fue propuesta por el G77, incluida China, y el grupo de Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID). El hecho de que juntos representen a 6.000 millones de personas no fue suficiente.
A pesar de todo ello, es positivo que, por primera vez, se mencione la necesidad de eliminar gradualmente el carbón en un documento final de una Conferencia. E igualmente positiva ha sido la decisión de revisar, en 2022, los compromisos de reducción de emisiones realizados por cada gobierno (NDC –Nationally Determined Contributions). Y es que los emitidos hasta ahora llevarían el calentamiento global mucho más allá de los objetivos fijados por el Acuerdo de París. De este modo, sigue viva la esperanza, aunque pende de un hilo, de limitar el aumento de la temperatura media mundial a 1,5 grados a finales de siglo. No es mucho comparado con las expectativas, por supuesto. Pero al menos la Cop27, en Egipto, y la Cop28 (probablemente en los Emiratos Árabes Unidos) no serán inútiles.
En este contexto, también las finanzas han llegado tarde. Sabemos que, según un estudio de Accenture, sólo el 5% de las empresas que cotizan en los principales índices bursátiles europeos está haciendo lo necesario para alcanzar el objetivo de cero emisiones netas en 2050. También sabemos que sólo una de cada diez empresas que cotizan en bolsa está en camino de cumplir el objetivo de 1,5 grados. Igualmente, conocemos que 60 grandes bancos invirtieron en empresas de combustibles fósiles la estratosférica cifra 3,8 billones de dólares, de 2016 a 2020. Y, según una encuesta realizada por la Asociación de Gestión de Inversiones Alternativas (AIMA) a 100 fondos de cobertura (fondos especulativos), la mayoría de ellos sabe que se impondrán normas más estrictas en materia de ASG, pero dos tercios de estos fondos no cuentan con una sola persona en sus equipos que se dedique a abordar este tema.
En este contexto, ¿cómo se ha presentado la industria en la Cop26? La imagen más clara la dio la activista sueca Greta Thunberg, que abandonó una mesa redonda organizada por las empresas Shell y British Petroleum, junto con el banco británico Standard Chartered, diciendo: «¡Esto es sólo greenwashing (maquillaje ecológico)!». O, al menos, una experta operación de comunicación. Como la de los «130 billones de dólares dedicados a la reducción de emisiones«, anunciada en el marco de la Alianza Financiera de Glasgow para las Cero Emisiones Netas (GFANZ) por más de 450 instituciones financieras y grandes inversores. Cosas que si fueran ciertas habrían solucionado todos los problemas de un plumazo…
La realidad es que, a diferencia de lo manifestado por la prensa internacional tras haber hecho una lectura demasiado rápida, la cifra que se baraja no corresponde al capital dispuesto a emplearse en la transición ecológica, sino a los activos gestionados por los miembros de la Alianza GFANZ. Especialmente, el total – como señala el diario económico francés Les Echos – está sobreestimado, ya que incluye «duplicados» en los recuentos, calculando varias veces las realidades de un mismo grupo. Asimismo, si bien la iniciativa Net Zero Asset Managers (NZAM) ha dado la bienvenida a 92 nuevos miembros, con lo que alcanza un total de 220 (y 57,4 billones de dólares bajo gestión), sólo 43 han publicado objetivos provisionales para alcanzar las emisiones netas cero en 2050. Y de ellos, sólo 11 han adoptado objetivos climáticos en toda su actividad. De hecho, un gestor miembro de la NZAM sólo ha alineado el 1,26% de sus activos con el objetivo de cero emisiones netas.
En resumen, nuestro planeta es como un coche lanzado a 150 kilómetros por hora contra un muro que, en lugar de detenerse, sigue aumentando su velocidad. En Glasgow nos hemos conformado con acelerar un poco menos. En las próximas conferencias, o nos decidimos por fin a encabezar una revolución -y para ello necesitaremos también el capital de las finanzas- o nos condenaremos a asistir a una catástrofe.
Este artículo se ha publicado originalmente en el blog de Banca Etica
https://www.bancaetica.it/blog/news/adesso-tempo-davvero-scaduto