El hambre como arma: el impacto de las guerras en la seguridad alimentaria
«El hambre se ha convertido en un arma letal«, sostiene Emily Farr, responsable de Seguridad Alimentaria y Económica de Oxfam Intermón. Según ...
De valorsocial«El hambre se ha convertido en un arma letal«, sostiene Emily Farr, responsable de Seguridad Alimentaria y Económica de Oxfam Intermón. Según la organización, entre 7.000 y 21.000 personas mueren cada día de hambre en países afectados por conflictos. Crisis alimentarias en gran medida provocadas, afirma la organización. «El hecho de que en el siglo XXI se siga sometiendo a la población civil a una muerte tan lenta supone un fracaso colectivo«, concluye Emily Farr.
Con motivo del Día Mundial de la Alimentación (16 octubre), la organización Oxfam publica el informe “Guerras Alimentarias: Conflicto, Hambre y Globalización 2022-2023” que muestra cómo los conflictos armados están exacerbando la crisis alimentaria global. En 2023, más de 278 millones de personas en 54 países se encontraron en niveles críticos de inseguridad alimentaria. La mayoría de estos países están atrapados en conflictos activos, lo que agrava aún más su situación. En pleno siglo XXI, el hambre sigue siendo utilizado como un arma de guerra, afectando a los más vulnerables. «Cerca de medio millón de personas en Gaza —donde actualmente no llega el 83% de la ayuda alimentaria necesaria— y más de 750000 en Sudán se están muriendo de hambre debido a los efectos mortales de las guerras en los alimentos, que probablemente perdurarán a lo largo de generaciones«, indican desde Oxfam.
Los conflictos acentúan crisis climática o desigualdades
Los conflictos suelen acentuar otros factores, como los fenómenos climáticos, la inestabilidad económica o las desigualdades. Por ejemplo, la guerra entre Rusia y Ucrania ha provocado una subida del precio de los alimentos que ha impactado en las economías mundiales, agravando la crisis alimentaria en África Oriental y el sur de África. A ello se suma el aumento de los fenómenos meteorológicos extremos, como sequías, inundaciones y tormentas, que aumentan gravemente la producción agrícola. Se estima que el cambio climático podría reducir los rendimientos de los cultivos básicos en un 10-25% para 2050. Esta disminución en la producción agrícola exacerba la inseguridad alimentaria, especialmente en regiones ya vulnerables. No solo afecta la disponibilidad de alimentos, sino que también pone en riesgo la vida de millones de agricultores que dependen de sus cosechas para sobrevivir.
El informe también destaca cómo las desigualdades económicas y sociales agravan la crisis alimentaria. El 10% más rico de la población mundial consume el 20% de los recursos alimentarios, mientras que el 10% más pobre consume solo el 2%, constata la investigación. Además, las mujeres y las comunidades rurales tienen menos acceso a recursos como tierra, agua y crédito, lo que perpetúa la inseguridad alimentaria.
Oxfam califica de «poco realista» el compromiso de la comunidad internacional de lograr el objetivo «hambre cero» para 2030. Por ello insta a los gobiernos y organizaciones internacionales a tomar medidas urgentes para abordar las causas subyacentes de la inseguridad alimentaria. Para ello propone potenciar las inversiones en agricultura sostenible, fomentando prácticas agrícolas sostenibles resilientes al clima o mejorar las infraestructuras rurales para garantizar el acceso equitativo a recursos esenciales como agua y tierra. Igualmente apuesta por implementar políticas de apoyo a pequeños agricultores. Junto a ello, es imperativo fortalecer los mecanismos internacionales de rendición de cuentas para combatir la impunidad y disuadir el uso de la hambruna como arma de guerra.
El sector privado debe respetar los derechos humanos en toda su cadena de valor
El informe sugiere que, para romper los vínculos entre la inseguridad alimentaria y los conflictos, es crucial adoptar un enfoque holístico que integre la ayuda humanitaria, el desarrollo y la construcción de la paz (enfoque conocido como “Triple Nexus”). Por ello, destaca la importancia del concepto de “seguridad humana”, que considera conjuntamente las necesidades humanitarias, los derechos humanos y las necesidades básicas de desarrollo, reconociendo la interdependencia de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales.
La investigación también insta a los actores del sector privado a desempeñar un papel en la promoción de la paz respetando los derechos humanos en todos los aspectos de sus operaciones, y tratando de evitar la implicación en conflictos violentos a lo largo de toda la cadena de valor. Para ello el informe aboga por realizar más investigaciones sobre la relación entre la producción de cultivos de exportación, las cadenas de suministro y los conflictos alimentarios.
Las finanzas, como actores del sector privado, no son ajenas a estos conflictos. Las decisiones financieras de las personas y de los operadores financieros pueden provocar cambios importantes. Y las finanzas éticas adoptan ese enfoque holístico que visualiza toda la cadena de valor, teniendo presente que toda actividad económica tiene consecuencias no económicas. Por eso, tiene como sectores de crédito prioritario, entre otros, a la agricultura ecológica, la eficiencia energética o las energías renovables. La finalidad es construir una nueva economía, que no avive conflictos armados y que mitigue la crisis alimentaria global.