En busca de garantías para un consumo responsable y crítico
Si buscas el término “consumo responsable” en el principal buscador de internet, cuyo nombre no quiero nombrar, se mostrarán entre las primeras entradas ...
De Blanca Crespo, responsable de comunicación de REAS Red de RedesSi buscas el término “consumo responsable” en el principal buscador de internet, cuyo nombre no quiero nombrar, se mostrarán entre las primeras entradas las de cierto banco y cierta multinacional energética y petroquímica, cuyos nombres tampoco quiero nombrar. Porque sus políticas ambientales y sociales son bastante cuestionables desde el punto de vista del consumo responsable, pero el papel (aunque sea online) lo sostiene todo.
Por algo será que el término “greenwashing” está más que instaurado en nuestro lenguaje, como también comienza a estarlo por extensión los “social” y “pink”, esto es: “acciones de marketing que una empresa -u otro organismo- ejecuta para promover la percepción que aquella acción que hace, cómo la hace, para qué la hace… responde a criterios respetuosos con el medio ambiente, cuando en realidad es lo contrario”, como establece la periodista especializada en consumo Brenda Chávez en la revista Opcions.
Ante esto, ¿cómo pueden orientarse aquellas personas conscientes del poder de su consumo? ¿Qué garantías existen para consumidores y consumidoras responsables? Dentro vídeo…
Rebobinemos un poco para explicar el origen de este vídeo. Podríamos remontarnos al origen del movimiento del consumo responsable, que toma forma en la década de los sesenta, como respuesta a una nueva fase del capitalismo que, tras la Segunda Guerra Mundial, aborda un proceso de trasnacionalización industrial, previo a la globalización, que amplifica los impactos sociales y medioambientales de sus prácticas económicas en busca de dividendos. Desde aquellas primeras semillas ha llovido por fortuna mucho, hasta el punto de que, como hablábamos al comienzo, la toma de conciencia ciudadana sobre este fenómeno (un éxito sin duda del movimiento por una economía más social, sostenible y solidaria) ha obligado a las grandes empresas a maquillar sus prácticas para cambiar sin que nada cambie.
Entre los intentos por poner luz a estos procesos destaca el buen hacer de la Economía Social y Solidaria (ESS), que al calor de su herramienta de Auditoría/Balance Social lleva casi una década evaluando sus prácticas empresariales en un ejercicio de transparencia sin igual. Se trata, además, de un fuerte compromiso con los valores de la Carta de principios de la Economía Solidaria que define a este movimiento económico y empresarial alternativo. Aterrizan así sus seis principios rectores (equidad, trabajo digno, cooperación, compromiso con el entorno, reparto justo de la riqueza y sostenibilidad ambiental) para medir su grado de coherencia y aplicación.
La Economía social y solidaria enseña el corazón
¿Qué datos nos revela este proceso? ¿Cuál es pues el estado de salud de la Economía Social y Solidaria? Pudimos conocer recientemente estos resultados en la presentación pública del Informe “La Economía Social y Solidaria en el Estado. Proceso de Auditoría Social 2023”, acto que tuvo lugar en el Ayuntamiento de San Sebastián, en el marco de las actuaciones como Capitalde la Economía Social 2023. Este acto contó con la participación de agentes clave a nivel institucional, económico y social de la Economía Social y Solidaria, como la entonces Directora General de Economía Social, Maravillas Espín, quien destacó por cuarto año consecutivo el valor de esta práctica así como del movimiento que lo promueve para la consecución de retos globales, como los que nos marca la Agenda 2030.
Este año han participado cerca de 650 empresas que aglutinan a casi 300.000 personas y mueven unos 800 millones de euros. Gracias a este compromiso con la transparencia, podemos comprobar que se consolida el panorama de años anteriores, que muestran cómo la Economía Social y Solidaria promueve un trabajo de calidad, reduciendo la brecha salarial y abriendo oportunidades a la participación y la toma de decisiones de las personas trabajadoras.
Los resultados revelan una importante preocupación ambiental como se deduce de la amplia apuesta por una gestión ambiental, por la toma medidas para reducir y/o compensar la huella ecológica de su actividad así como por el uso mayoritario de energía renovable y la aplicación de criterios de consumo responsable las compras. La apuesta por las finanzas éticas y el destino social de los beneficios demuestra, así mismo, el fuerte compromiso con el entorno de estas empresas.
Desde hace cinco años, se añade a esta mirada analítica una revisión de género a través de un informe con perspectiva feminista. Gracias a éste, podemos constatar el reconocimiento a los trabajos en plural (productivos y reproductivos, profesionales y voluntarios, remunerados y gratuitos), así como la promoción de un empleo digno, saludable y emancipador, basado en la cooperación y en el equilibrio salarial, en el derecho a participar de la propiedad de los medios de producción y en la toma de decisiones. En este marco, es destacable la mayor igualdad salarial entre mujeres y hombres que presenta la Economía Solidaria frente a la economía convencional, así como la eliminación de las brechas en la representación, donde la probabilidad de que una persona trabajadora del género femenino esté en un puesto de responsabilidad es prácticamente igual a la probabilidad de una persona trabajadora del género masculino. Existe así mismo una importante apuesta por el cuidado de la vida, impulsando medidas de corresponsabilidad y espacios de atención emocional y cuidados para las personas trabajadoras.
Por último, hace también unos años, se viene realizando un tercer informe que mide el grado de intercooperación y el grado de consumo interno en el marco del circuito económico propio y alternativo que es el Mercado Social. Gracias a este texto podemos constatar que la intercooperación es una práctica muy extendida dentro de las organizaciones que conforman el Mercado Social y se ha mantenido de forma estable a los largo de los cuatro últimos año. En lo referente al consumo interno, el texto nos revela que las entidades de la ESS consumen más dentro del Mercado Social productos y servicios de consultoría, investigación y proyectos, alimentación, educación y formación, comunicación e imagen, papelería e imprenta, limpieza, asesoría, transporte y logística, electrónica e informática y tecnologías de la información y comunicación.
Como reto para fortalecer el consumo interno en estos y otros sectores, el informe detecta la necesidad de “hacer una apuesta más decidida y aumentar el volumen de las compras de bienes y servicios a entidades del Mercado Social”. Para ello, una de las acciones clave que plantea el documento es la realización de campañas de comunicación para fomentar el consumo interno, así como para lograr “un mejor posicionamiento de los productos y servicios en el mapa del consumo responsable disponible en la web mercadosocial.net».
La Economía Social y Solidaria, ESS Garantía
Conectando con el último reto en el horizonte que nos marcan estos informes, la campaña de este año ha querido poner en valor la transparencia de esta práctica para poder ejercer un consumo responsable y crítico. Y es que, con casi una década de trayectoria, esta herramienta se ha erigido como referente de garantía del buen hacer empresarial, clave para discriminar “entre tanto green-pink-social washing que impera en nuestras sociedades”, como defendía Susana Ortega, coordinadora de Mercado Social de REAS, en el acto de presentación. “Gracias a este informe podemos decir que la Economía Social y Solidaria es garantía para la ciudadanía consciente, como también para las Administraciones Públicas y los agentes sociales y empresariales que pueden así hacer de su consumo una herramienta de transformación social”.
Así, bajo el lema #ESSGarantía, se pone el poder de transformación en las personas consumidoras, en su capacidad para censurar empresas relacionadas con la industria de armamento, responsables del deterioro ambiental y el cambio climático o cuyas políticas laborales sustentan procesos de explotación , especialmente en mujeres o países del Sur Global. Ante esto, las prácticas responsables y sostenibles de la ESS ofrecen a la ciudadanía la posibilidad de resolver las necesidades cotidianas a partir de una amplia gama de productos y servicios, pero haciéndolo con la conciencia tranquila, por la garantía que prácticas de transparencia como éstas ofrecen para un consumo responsable y sostenible. Porque el consumo es muy importante como para dejarlo en manos de empresas cuyo nombre nombre no quiero nombrar.