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Otra economía es posible… aunque Davos quiera convencernos de lo contrario

En los últimos días, el Foro Económico Mundial de Davos volvió a convertirse en el epicentro de los debates sobre los retos y ...

De Sara Garcia Martin
Clausura del Foro Económico del Davos, en enero de 2025

En los últimos días, el Foro Económico Mundial de Davos volvió a convertirse en el epicentro de los debates sobre los retos y contradicciones de la economía global. Este año, el encuentro estuvo marcado por las tensiones geopolíticas y las contundentes declaraciones del nuevo gobierno de Trump, que han allanado el terreno para quienes, desde Europa, ya abogaban por cambios en el modelo económico europeo con el argumento de preservar la competitividad y maximizar los beneficios.

Desde el viejo continente, se alzan voces que abogan por retroceder en compromisos clave relacionados con la sostenibilidad, la fiscalidad justa o la construcción de economías más humanas. Amparados en el argumento de que la «rigidez normativa» está debilitando la competitividad del continente, se pone en duda la viabilidad de las regulaciones climáticas y sociales que hasta ahora han sido pilares fundamentales de las agendas políticas europeas.

Antonio Gutérres, Secretario General de Naciones Unidas, en su intervención en el Foro de Davos, en enero de 2025
En el lado equivocado de la historia

La evidente desconexión entre la realidad del cambio climático o las crecientes cifras de desigualdad y las prioridades de los grandes capitales genera serias dudas sobre el futuro del planeta y las garantías sociales para las generaciones venideras. El propio Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas, lanzó una dura crítica en Davos a las instituciones financieras y las industrias que están dando marcha atrás en sus compromisos climáticos: “Es corto de miras, egoísta y también contraproducente. Estáis en el lado equivocado de la historia. Estáis en el lado equivocado de la ciencia”.

El informe de Oxfam, Desigualdad S.A., refuerza esta crítica al señalar cómo la concentración del poder empresarial y los monopolios están profundizando la desigualdad global. Según el estudio, en 2024 el número de multimillonarios ascendió a 2.769, frente a los 2.565 de 2023, mientras que el valor de sus activos creció de 13.000 a 15.000 millones de dólares en solo 12 meses, marcando el segundo mayor aumento anual de riqueza desde que se comenzó a monitorear a los multimillonarios. En contraste, 4.800 millones de personas son más pobres hoy que en 2019. En palabras de la organización, un mundo maravilloso para una reducida minoría y un mundo cruel para la inmensa mayoría de la población.

Foto ©Coompia77 de iStock

Otra economía es posible

Sin embargo, existe otro camino. En un momento histórico en el que las decisiones económicas parecen alejarse de las necesidades humanas y ambientales, es urgente recordar que otra economía es posible. El poder de transformar la economía no solo está en manos de los grandes actores, sino también en las decisiones cotidianas de personas y comunidades que apuestan por un sistema más justo y equitativo. Las finanzas éticas y la economía social y solidaria se alzan como modelos viables y necesarios. Basadas en principios como la transparencia, la justicia social y el respeto al medio ambiente, estas iniciativas demuestran que es posible hacer economía poniendo a las personas en el centro y canalizando recursos hacia proyectos que generan beneficios colectivos y sostenibles.

Ejemplos de este enfoque se encuentran, por ejemplo, en iniciativas de banca ética que financian proyectos de energías renovables, cooperativas agrícolas que promueven la soberanía alimentaria o modelos de vivienda cooperativa alienados con la economía social y solidaria. Estas alternativas no solo contribuyen a reducir la desigualdad, sino que también fortalecen el tejido social y promueven un desarrollo económico más justo y sostenible.

El llamado de Guterres en Davos resuena como un recordatorio de que el tiempo para actuar es ahora. Es imperativo que los gobiernos, las empresas y la sociedad civil trabajen juntos para construir un modelo económico que priorice el bienestar colectivo sobre el beneficio individual. En Europa se han ido dando pasos para visibilizar e incluir la economía social y solidaria en la agenda pública y política, reconociendo su valor como motor de desarrollo sostenible. Europa tiene el potencial de convertirse en un referente global de un modelo económico diferente, que combine justicia social, sostenibilidad ambiental y desarrollo inclusivo. Este no es el momento de retroceder, sino de reforzar y avanzar en un modelo que beneficie a todas las personas y cuide de nuestro planeta, demostrando que otro camino no solo es necesario, sino plenamente viable. Las finanzas éticas y la economía social nos muestran que el cambio es posible. La pregunta es: ¿estamos dispuestos a dar el paso?

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