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Finanzas Eticas

«El plan Draghi se enmarca en un modelo económico que ha fracasado», Anna Fasano, presidenta de Banca Etica

El expresidente del Banco Central Europeo y ex primer ministro italiano, Mario Draghi, ha presentado un minucioso informe a la Comisión Europea. Un plan ...

De Claudia Vago
Anna Fasano, presidenta de Banca Etica ©Francesca Leonardi

El expresidente del Banco Central Europeo y ex primer ministro italiano, Mario Draghi, ha presentado un minucioso informe a la Comisión Europea. Un plan detallado para garantizar la recuperación económica de los veintisiete, centrado en la competitividad del sistema empresarial e industrial, pero sobre todo en la necesidad de invertir sumas gigantescas: entre 750.000 y 800.000 millones de euros al año, para poder seguir el ritmo de Estados Unidos, China e India. Una enorme cantidad de dinero que, según Draghi, debe destinarse también a la descarbonización y la transición energética.

No obstante,  el informe parece subordinar estos últimos objetivos a la necesidad de garantizar que para las empresas esto no constituya una «carga excesivamente onerosa», tanto en términos financieros como burocráticos. Y lo mismo para temas como la diligencia debida (la responsabilidad de las empresas de vigilar el cumplimiento de los derechos humanos y medioambientales a lo largo de sus cadenas de suministro), el gas, la energía nuclear y la captura y almacenamiento de CO2.  A pesar de todos sus riesgos y limitaciones, también forman parte del mismo plan. Y, sin sorpresa, también se pide que fluyan enormes cantidades de dinero hacia el sector militar.

En resumen, los puntos positivos del informe -como la necesidad de actuar desde la unidad en Europa o el redescubrimiento del papel de los poderes públicos- parecen contrarrestados por un planteamiento de fondo que, al menos en algunos aspectos, tiene un aire conservador. Según Anna Fasano, presidenta de Banca Etica, «el plan tiene puntos que se pueden compartir, pero se enmarca en un viejo modelo de desarrollo que ha fracasado».

 

Mario Draghi en la sesión plenaria del Parlamento Europeo donde presentó su informe, el pasado 17/09/2024
Draghi constata algo que parece obvio: Europa atraviesa una crisis existencial y se necesitan enormes inversiones, tres veces más que el Plan Marshall. Por tanto, se trata ante todo de la constatación de una crisis y de una crítica al «desentendimiento» de los poderes públicos en materia económica.

Hay dos niveles en este informe. Uno es la lectura de la fase de crisis, que es bien conocida y que se puede compartir. El segundo nivel es el de las propuestas, y me parece importante que haga hincapié en la necesidad de que los países de la Unión Europea afronten esta crisis de forma cohesionada, algo que hasta ahora ha estado lejos de ser evidente en la práctica. Draghi ha querido hacer un llamamiento a la acción unida. Hay una falta de política en este sentido. Y, si pensamos que en Italia estamos centrados en una autonomía diferenciada, es difícil imaginar que podamos ser percibidos como parte de algo más grande, incluso en términos económicos.

Desde un punto de vista económico, ¿es correcto que la competitividad sea el primer objetivo?

Creo que sirve no sólo competir, sino también dialogar, incluido el diálogo con las potencias «emergentes». Este es probablemente el punto central del plan de Draghi.

El documento parece priorizar ante todo las necesidades de las empresas y, de hecho, subordina todo a no perjudicar la competitividad y el crecimiento.

De este plan emerge una visión, un modelo, en el que las finanzas éticas (como tantas otras realidades de la economía social) no se reconocen. El de Draghi no es un enfoque innovador. Se apuesta mucho por la innovación como herramienta, lo cual también es obvio y se da por supuesto, pero luego todo se enmarca en un modelo de desarrollo que es el que nos ha llevado a la situación actual. Un modelo que no sólo es cuestionado por las finanzas éticas, sino también por numerosos economistas. Pienso, por ejemplo, en Stiglitz y en la idea de que la economía debe estar al servicio de la sociedad, y no al revés.

¿Corremos el riesgo de retroceder en los compromisos europeos medioambientales, sociales y climáticos?

El plan propuesto por Draghi traiciona todos los compromisos asumidos por la industria y los mercados sobre sostenibilidad. Lo hace enfrentando competitividad y sostenibilidad, como si una perjudicara a la otra. Es cierto que, en algunos pasajes, se pisa el acelerador en  dirección a la transición verde, pero en la visión general parece que la sostenibilidad, la inclusión social y la reducción de las desigualdades se consideran ante todo costes. Esto no es así para las finanzas éticas, pero tampoco, como ya hemos dicho, para muchos economistas, algunos de ellos Premios Nobel.

Joseph E. Stiglitz en una Conferencia sobre impuestos y ODS en Nueva York, en diciembre de 2022 ©Columbia Business School
Además, existen numerosos estudios que explican que la descarbonización representa una extraordinaria oportunidad de crecimiento.

Exactamente. Igual que sabemos que el mundo de la industria es un mundo cada vez más tecnológico y cada vez menos capaz de crear empleo. Mucho menos buen empleo. Corremos el riesgo de caer en la visión de una Europa cohesionada, que debe innovar, reducir la burocracia y, sin embargo, lo hace por razones equivocadas. Es decir, partiendo de la idea de que será la industria la que nos salvará, cuando hay muchos estudios y economistas que dicen que no será así, sobre todo con el sistema industrial que hemos construido en los últimos años. Corremos el riesgo de dar marcha atrás,  y abandonar muchos de los progresos que hemos hecho hasta ahora, incluso con dificultades.

Las normas europeas sobre sostenibilidad medioambiental y social han sido criticadas por algunos por ser demasiado laxas. ¿El mensaje del plan Draghi es que incluso estas normas siguen siendo «demasiado»?

Hay demasiada lectura sectorial, que también depende de los interlocutores elegidos para redactar este texto. La realidad es que dar marcha atrás ahora tampoco sería rentable. Sin duda necesitamos una reorganización normativa. Especialmente en el ámbito social hay una proliferación de normas, desde la Due Diligence al Sustainable Finance Disclosure Regulation, que complican el camino a las empresas. Cuando invocamos la necesidad de una taxonomía social, se nos responde que no hace falta porque ya hay muchas normativas. Es cierto, lo que hace falta es una reorganización normativa.

Draghi probablemente respondería que perdemos terreno frente a los competidores internacionales.

Pero si tenemos delante a China y a Rusia, que no tienen ningún interés en respetar determinadas normas, la respuesta de un plan en el que se ha trabajado durante más de un año no puede ser «entonces hagamos lo que hacen ellos«. Vuelvo nuevamente a Stiglitz: para lograr un mejor desempeño económico no debemos bajar los estándares, sino reducir las desigualdades. La cuestión es siempre ésta: se propone un modelo que ya hemos visto. Y que ha fracasado.

Sin embargo, cuando se admite que para competir con China, Estados Unidos o India hay que restar importancia a la responsabilidad social y medioambiental, ¿no se está admitiendo implícitamente que el sistema económico es erróneo?

Hay algunas contradicciones en este sentido. Por un lado, hay aspectos que me parecen positivos, como trabajar en la formación de los trabajadores para que nadie se quede atrás. O el hecho de pisar el acelerador en materia de descarbonización, o reforzar el apoyo a las empresas en términos de eficiencia, que no vaya en detrimento de la parte social. Pero todo esto, en mi opinión, encaja mal con otras partes del plan. Y con la visión subyacente. En definitiva, es difícil hacer una lectura única del plan Draghi: hay partes que se pueden compartir, pero las derivaciones parecen ir por caminos conocidos. Si decimos que hay que reforzar los derechos de los trabajadores, la formación, la inclusión, y luego decimos que hay que adaptarse a China, entramos en una gran contradicción.

También hay una pregunta que debe plantearse: 750.000-800.000 millones de euros al año es una cifra gigantesca. ¿Dónde se encontrará todo este dinero?

En el plan, este punto es muy vago, pero podemos encontrar cierta claridad en la siguiente visión. La idea es siempre la misma: alentar a las industrias a producir PIB y, al hacerlo, contribuir a la obtención de recursos. Tomemos como ejemplo el sector de la defensa, en el que el plan se centra mucho. En primer lugar, no es cierto que la industria militar sea el lugar de la innovación, como tampoco es cierto que la riqueza que produce beneficie a la sociedad. La realidad es que sólo unos pocos se están haciendo ricos. Se trata de capitales que acaban en el circuito de las finanzas y la especulación, no en la economía. Pero dicho esto, en la visión subyacente del plan de Draghi está la vieja idea de que fortaleciendo algunos sectores industriales produciremos riqueza para todos. Y la idea de pagar la asistencia sanitaria con dinero de los impuestos producido con armas no me tranquiliza mucho.

Precisamente en el ámbito de la defensa, el plan parece proponer un canal privilegiado de financiación para la industria armamentística, incluso agilizando los procedimientos de acceso a los fondos europeos, incluidos los del Banco Europeo de Inversiones (BEI).

Esta es una forma de distorsionar la naturaleza del BEI. La propuesta de Guido Crosetto de crear un banco de armas es mejor: ¡al menos sabes en qué estás invirtiendo y otros instrumentos no están distorsionados! Este énfasis en la financiación de armas depende del temor a un posible ataque a Europa, pero la historia nos enseña que la paz no se construye con armas. Aumentar la producción de tanques o misiles sólo puede producir muerte. Y los beneficios económicos serán asunto de unos pocos. Por no hablar de que también tenemos demasiadas armas, sobre todo si pensamos en las nucleares. Deberíamos preguntarnos si los ciudadanos europeos se reconocen en este tipo de inversiones. Cuando se alimenta un clima de miedo, la única respuesta que encuentra terreno fértil es la carrera armamentista. Y es preocupante que no haya un debate político europeo al respecto.

En términos más generales, una cosa es que por fin se decida gravar a las personas ultrarricas, las multinacionales o las transacciones financieras, o luchar seriamente contra la evasión fiscal. Otra cosa es que se decida subir el IVA….

Dado que los conocimientos técnicos aportados en la elaboración de este informe son muy elevados, tal vez haya algo no escrito en este documento. Luchar seriamente contra la evasión fiscal ya sería una gran ayuda, especialmente en Italia. Sin embargo, el plan Draghi no habla de los paraísos fiscales, a pesar de que Europa está llena de ellos.

Imaginemos que el plan se aplicara al pie de la letra. ¿Se encontrarían aisladas las finanzas éticas?

Las finanzas éticas no están en el centro del plan político actual. Es, sin embargo, un lugar de diálogo y en esto, Banca Ética, por ejemplo, no está aislada, como tampoco lo están los demás bancos éticos europeos y todos aquellos actores de la economía social que buscan instrumentos y caminos diferentes. Por supuesto, nadie tenía la ambición de encontrar las palabras «finanzas éticas» en el informe de Draghi, pero al menos que hubiera referencias a una visión de este tipo. Ya existen teorías, pensamientos y realidades económicas. Por tanto, creo que en esto las finanzas éticas no están en absoluto solas. Sin embargo, se necesita cohesión para aportar una forma diferente de pensar y obligar a Europa a dialogar con la economía social, que también representa un mercado que no se puede ignorar.

* Esta entrevista se ha publicado originalmente en italiano, en el portal homónimo valori.it

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