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Feminismos en la ESS: mucho camino por hacer

La mirada feminista traspasa lo privado y ocupa todos los aspectos de nuestra realidad, también los económicos y laborales. En este sentido, es ...

De Lucía Basulto
8 demarzo de 2017 en Zaragoza | Pablo Ibáñez (AraInfo) https://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0/legalcode

La mirada feminista traspasa lo privado y ocupa todos los aspectos de nuestra realidad, también los económicos y laborales. En este sentido, es revolucionario el paso que se está dando en cada vez más colectivos para comenzar a concretar con prácticas específicas organizativas el discurso teórico de la economía feminista. 

Llevamos años oyendo a mujeres imprescindibles como Yayo Herrero o Amaia Pérez Orozco hablando de “poner la vida en el centro”, e intentando hacerlo realidad a pequeña escala en nuestro día a día. Todavía hoy seguimos trabajando para incorporarlo en nuestras relaciones, y revalorizar los cuidados en nuestros espacios informales, con amigas, familias y vecinas. El nuevo reto es salir del ámbito personal que, aunque también es político, es menos visible y pasa desapercibido frente a unos espacios públicos que siguen ocupados por formas mercantilistas de relacionarnos. 

Si hay en la actualidad un escenario idóneo para experimentar con estos planteamientos, este debería ser las entidades e iniciativas de la economía social y solidaria, ya que, por definición, son prácticas socioeconómicas alternativas que huyen de la lógica neoliberal basada en el beneficio monetario y el crecimiento, y que ponen la vida y las personas por delante del capital. De hecho, ya es más que habitual que hayan integrado en su discurso los valores e ideas del feminismo, o que lo incluyan como uno de sus ejes principales de trabajo de la entidad. Y, sin embargo, hay mucho camino por recorrer en lo que respecta a revisar las dinámicas internas y las culturas organizativas, que siguen atravesadas mayoritariamente por inercias heteropatriarcales de relación y poder. 

Necesitamos más espacios para encontrarnos

Cuando por primera vez conoces las prácticas y estrategias feministas que algunas organizaciones están ya llevando a cabo, supone un cambio de perspectiva, una revolución personal, que además puede venir acompañada de una ola abrumadora de motivación y ganas de contagiarla en tu entidad o colectivo. Reconoces de nuevo esa sensación, ya familiar, de que aquello que no te hacía sentir bien no era algo aislado, y que lo que te produce malestar no es personal, sino sistémico

Es por eso que la creación de espacios en los que compartir estas emociones y experiencias es uno de los primeros pasos para transformar la realidad organizativa de las empresas del mercado social. Oportunidades como las que dio el curso de Pràctiques feministes per a la sostenibilitat col·lectiva, organizado por La Ciutat Invisible (Barcelona) en noviembre de 2019; y que contó con la participación de las cooperativas Mugarik Gabe, Germinando o Pandora Mirabilia. 

Son espacios también en los que intercambiar y crear herramientas de análisis y propuestas prácticas, como la encuesta para analizar las relaciones de la organización en clave de género publicada por la Comisión de Economías Feministas de la XES. O la preciosísima guía de viaje elaborada por Mugarik Gabe (VIAJANDO POR LO INVISIBLE: Intercambio de prácticas no patriarcales para cambiar el mundo desde nuestras organizaciones), y completamente disponible en su página web.

Buenas prácticas: creatividad, recursos y actitud

Roles de poder rotativos, ruedas emocionales, espacios de cuidados, nuevas estrategias de conciliación, tuppers colectivos… Lo apasionante es que en este camino, cada entidad encuentra su manera concreta de aplicar la mirada feminista a su organización, estructura y necesidades. Y, cuantas más lo hagan, más ejemplos y propuestas se añadirán al listado de buenas prácticas, sirviendo de inspiración a otras muchas organizaciones.

Pero todos los diferentes procesos tienen algo en común: se necesita la voluntad alineada de cada una de las personas de la entidad para hacerlo posible. Creer en los objetivos, confiar en el resultado, ilusionarse por los aprendizajes del trayecto. Los cambios organizativos con mirada de género ponen el dedo en la llaga: requieren de tiempo y recursos para dedicar a actividades reproductivas, y no productivas, en un contexto global que sigue siendo competitivo y capitalista. 

Además, se plantean liderazgos, privilegios o actitudes, elementos sensibles que suelen afectar los egos de las personas que forman parte y formas de relacionarse arraigadas en el tiempo, y cuya revisión puede generar conflictos y resistencias de diferente tipo. Es por eso que la autocrítica y confianza en el proceso colectivo es fundamental: los cambios organizacionales desde el feminismo son profundos, pueden ser dolorosos, pero suponen una gran transformación y aprendizaje personal y grupal.

Al final se trata de ir contra las bases del sistema, la producción, la rentabilidad, y dedicar tiempo a cuidarnos, a cuidarte. Desde el feminismo se ha señalado de manera rotunda las raíces del problema, y si la economía social realmente pretende transformar socialmente y ser una verdadera alternativa al sistema económico, debe empezar por integrar la visión de género en sus organizaciones. Tenemos la responsabilidad de demostrar que otras formas de relacionarnos, también en las empresas, son posibles.

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