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Educación financiera

Día de la Educación Financiera: ¿informarse, planificar y decidir… por qué y para quién?

Este año el lema propuesto por el Banco de España para el Día de la Educación Financiera es: «Infórmate. Planifica. ...

De Ana Madrid Vaquero, profesora de Economía en ESO y Bachillerato y ganadora del Premio Arcadi Oliveres 2024 (modalidad educación)
Sesión de finanzas éticas en un aula

Este año el lema propuesto por el Banco de España para el Día de la Educación Financiera es: «Infórmate. Planifica. Decide«. Así, sin más, podría parecer correcto. Pero pongámonos las gafas de ver mejor. ¿Por qué y para quién? Son dos preguntas que me enseñaron a plantearme en los cursos de verano de los Movimientos de Renovación Pedagógica, hace ya muchos años, ante cualquier información que llega a nuestras manos. Este lema no debería ser la excepción.

En primer lugar: ¿por qué debemos informarnos, planificar y decidir sobre nuestros ahorros y gastos? Esta pregunta me genera, ante todo, desconfianza. ¿Qué pasa si no lo hago? ¿Acaso el sistema financiero privado quiere desplazar responsabilidades que debería asumir el sistema social público? Me preocupa que en los manuales encontremos epígrafes explícitos con propuestas de seguros de vida, de salud y de planes de pensiones, como antesala necesaria al desmantelamiento de nuestro ya debilitado estado de bienestar, que no es otra cosa que asegurar la igualdad de oportunidades a través de un sistema público de servicios de calidad, hasta el final de nuestras vidas. Todo ello, además, sin pasar por ningún proceso de debate o reflexión crítica, propio de la escuela. Esta es la primera trampa de nuestra educación financiera convencional.

Imagen de campaña de RedEFES

 

En segundo lugar: ¿para quién debemos informarnos, planificar y decidir? Esta respuesta no es menos alarmante, pues prescinde, no ya de toda reflexión, sino de toda ética. Lo ilustro con una escena real, mucho más gráfica que mis divagaciones teóricas:

-¿Para qué creéis que sirve la economía?
– ¡Para hacer dinero, profe, para ser ricos!
– ¿Y cómo se hace uno rico?
– ¡Invirtiendo! ¡Comprando en Bolsa!

La intuición no se equivoca: nunca nadie ha dicho “trabajando”. Esta es otra de las trampas de nuestro sistema capitalista: haber logrado poner al capital en el centro, no a la persona, ni a la Tierra, ni al mar, ni al amor… sino el dinero. Bravo.

Muy bien, y ¿a qué se dedican esas empresas en las que invertimos nuestros ahorros? ¿A producir y a vender? No solo. La educación financiera actual da por sentado que nuestra prioridad como consumidores será convertirnos en inversores, para así acumular riqueza. Una finalidad, por cierto, bastante coja. Buscaremos información en los organismos convencionales como entidades bancarias o de crédito; planificaremos cuándo usar estos recursos, (básicamente cuando el sistema privado se vaya imponiendo: idiomas, formación, másteres, seguros, planes de pensiones…); y decidiremos dónde invertir teniendo en cuenta dos variables básicas y omnipresentes en todos los temarios: riesgo y rentabilidad. No parece muy difícil: dependerá de mi aversión al riesgo, de mi edad y, a partir de ahí, elegiré la máxima rentabilidad.

El problema nace cuando ni las entidades que nos informan ni las variables de decisión tienen en cuenta la ética, los derechos humanos o las reglas básicas de convivencia y paz internacionales. ¿Acaso el capital está libre de moral? Aunque así lo presenten, la realidad es bien diferente: el capital es muy parcial y muy político. Esta es la información que no nos dan:

  • Inversiones de la banca tradicional en el negocio de armas que alimentan los conflictos bélicos. España es, desde hace años, el séptimo exportador de armas a nivel mundial, y las grandes entidades bancarias españolas participan en el negocio. Esta financiación posibilita la fabricación de 3 de cada 4 armas en el mundo, según el último estudio del Centre Delàs d’Estudis per la Pau.
  • Empresas que participan en el genocidio de Gaza. En los últimos casi dos años, según un documento elaborado para la ONU sobre la situación de los derechos humanos en territorios palestinos, la Bolsa de Tel Aviv ha subido un 213%. No podemos pasar por alto la infraestructura corporativa que se beneficia de la economía de ocupación israelí, creando una llamada “economía de genocidio”.
  • Fondos de inversión que generan gentrificación global modificando el tejido social, expulsando a los residentes originales y transformando los barrios para atraer inquilinos de mayor capacidad adquisitiva. La inversión en fondos como Blackstone, Goldman Sachs y Vanguard fomenta la “economía vampírica global”, por encima del respeto a la vivienda como derecho fundamental.

Así pues, pongámonos las gafas de ver mejor, demos ética a los negocios, exijamos responsabilidad a las entidades que participan del mecanismo capitalista. La ausencia de información y de alternativas solo engrosa los peores capítulos de nuestra historia reciente. Si debe haber dinero, no puede ser ajeno a las injusticias. Ya está politizado, ya es parcial. Decidamos entre todos girar su rumbo, porque lleva a la deriva a la mayor parte de la población mundial.

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