«En el ecosistema de inversión de impacto el apoyo no financiero, la asistencia técnica, es casi tan importante como el dinero en sí mismo”
Entrevista a Barbara Calderón Gómez-Tejedor, miembro de la Cátedra de Impacto Social de la Universidad de Comillas En un momento en que ...
De Sara Garcia MartinEntrevista a Barbara Calderón Gómez-Tejedor, miembro de la Cátedra de Impacto Social de la Universidad de Comillas
En un momento en que la inversión de impacto se consolida en España, en muchas ocasiones el foco se pone en la oferta de capital, es decir, en la búsqueda e identificación de aquellos inversores que apuestan por el impacto social. Sin embargo, en el emergente ecosistema español de inversión de impacto, es importante que esa oferta conecte con las características de las entidades demandantes de capital, siendo clave para ello reforzar las capacidades de las organizaciones invertidas.
Para Bárbara Calderón, miembro de la Cátedra de Impacto Social de la Universidad de Comillas y coautora del estudio “Apoyo no Financiero: la Asistencia Técnica en la Inversión de Impacto”, es importante mostrar la capacidad transformadora de la asistencia técnica para asegurar que la inversión de impacto se utiliza de manera eficaz y eficiente, contribuyendo así al cumplimiento de la Agenda 2030. “Ese apoyo no financiero puede ayudar a equilibrar la oferta y la demanda, incrementando la capacidad de absorción de capital y facilitando el acceso de empresas a la inversión de impacto, sobre todo de la economía social y solidaria y tercer sector».
Hablamos con ella sobre las características y potencialidades de la asistencia técnica, así como de buenas prácticas y actores actuales en el joven ecosistema de la inversión de impacto en nuestro país.
Situemos el concepto de impacto social. ¿Qué significa impacto social?
Todo lo que hacemos en nuestra vida tiene un impacto, ya sea medioambiental, social u otro. Las empresas en sus actuaciones generan cambios positivos o negativos. El concepto de impacto social se refiere precisamente a aquellos cambios que se producen en las personas o en el planeta con motivo de la acción de una organización o de un grupo. Entendemos el concepto de impacto social de una forma amplia, incluyendo el impacto medioambiental. En definitiva, el impacto social son los cambios que experimentan, tanto las personas como el planeta, por causa de una actividad, proyecto, programa o política concreta y que afectan a las condiciones humanas en el largo plazo. Estos cambios pueden ser medibles, positivos o negativos, intencionados o no intencionados, tangibles o intangibles.
Y cuando hablamos de inversión de impacto ¿a qué nos estamos refiriendo?
Nos referimos a una inversión, a un capital, que se invierte con la finalidad de generar un impacto, es decir, que hay una intencionalidad de generar un impacto positivo, no es aleatorio. Son, por lo tanto, aquellas inversiones que además de buscar una rentabilidad financiera y de tener en cuenta un riesgo financiero, también buscan un impacto social y medioambiental positivo y medible.
En esa definición hay 3 aspectos importantes: la voluntad de transformación, la medición y el retorno financiero. ¿Cómo de importante es la medición en este concepto de inversión de impacto?
La intencionalidad es una característica de la inversión de impacto y hay que demostrarla. Una forma de demostrarla es midiendo. La medición es fundamental para constatar qué nivel de transformación hemos generado con la inversión. Es importante medir para saber que estamos contribuyendo de verdad a generar un impacto porque si no estaríamos haciendo impact washing. Y más importante todavía (aunque aún se habla poco en España porque llevamos menos tiempo con esta cultura del impacto), es que la medición te permite tomar decisiones para maximizar y para mejorar el impacto. Es decir, tanto para los inversores de impacto como para las organizaciones invertidas, si mides eres capaz de redirigir estrategias y decisiones para lograr el mayor impacto. Por tanto, por transparencia, por responsabilidad, pero también por hacer una mejor gestión del impacto, para maximizarlo, es imprescindible esa medición.
En la inversión de impacto, se habla mucho de la parte de oferta capital pero no se abordan tanto otros procesos que forman parte de la inversión. ¿En qué sentido es importante el apoyo no financiero dentro de la inversión de impacto?
Cuando nos planteamos investigar este tema fue porque, en parte, es algo muy invisibilizado. En Europa llevan unos quince años prestándole atención y poniendo esfuerzo en esto. Al inicio era todo un apoyo transaccional, es decir, asegurar que se va a devolver el préstamo, que se va a tener impacto… era un apoyo muy operativo. En los últimos años, en otros países, se ha demostrado que, si ese apoyo no financiero o asistencia técnica se hace con un sentido estratégico muy orientado a gestionar bien, a medir bien, a fortalecer las capacidades de la entidad invertida, acompañando y siendo socio en ese camino, el valor transformador que tiene ese apoyo no financiero se incrementa exponencialmente. Es tan importante casi como el dinero en sí mismo. En España empieza a haber muy buenas experiencias en este sentido, que demuestran que cuando se acompaña de una forma muy cuidada, personalizada, como socio en el camino, el valor transformador que tiene el apoyo no financiero es enorme.
Por concretar, ¿qué tipo de servicios se pueden ofrecer dentro de ese acompañamiento o esa asistencia técnica?
Hemos identificado hasta siete modelos de provisión de apoyo no financiero. Depende mucho de la naturaleza de la inversión, de la naturaleza de la organización que lo da o que lo recibe, hay muchas opciones. Lo más habitual suele ser formación, generación de redes, apoyo con el capital social y relacional del inversor. Se dan fórmulas como las de algunas gestoras de fondos en España que lo que hacen es acompañar en el día a día a una empresa invertida (aunque no verbalicen que están haciendo apoyo no financiero, sino que forma parte de su labor). La entidad invertida sabe de su trabajo, de generar impacto, pero quizás no es experta en otros aspectos implícitos en la gestión empresarial, ni tiene recursos quizás, por eso tiene a un socio (la entidad que realiza asistencia técnica), que puede que incluso participe en su consejo de administración, con el que puede hablar todos los días y tiene un asesoramiento cercano. En este sentido, hablamos de que la asistencia técnica o apoyo no financiero puede ser formación, generación de redes, comunidad de aprendizaje, exposición de buenas prácticas, etc.
En el estudio se dice que puede haber un desequilibrio entre la oferta de inversión de impacto y la demanda, ¿en qué sentido? ¿Cómo puede la asistencia técnica ayudar al equilibrio del sector?
Lo que se ha detectado estos últimos años es que quizás los tickets de los inversores de impacto eran muy grandes para un ecosistema de impacto joven (por ejemplo, tickets de 500.000 €). Con el acompañamiento y fortalecimiento de capacidades se puede lograr que empresas con poca experiencia puedan acceder a este tipo de fondos. Por otro lado, la asistencia técnica puede ayudar a adecuar la oferta, asesorando a los inversores para que conozcan mejor lo riesgos que manejan las pequeñas empresas (por ejemplo, en el sector agroalimentario) y puedan adecuar sus tickets a otra demanda que no habían contemplado. Así, se ajusta tanto la oferta como la demanda y puede haber más empresas y organizaciones, por ejemplo, de la economía social y solidaria, que accedan a préstamos o inversión a la que antes no accedían.
Por eso la asistencia técnica sirve de alguna manera de amalgama, de facilitador, de ajuste del mercado. Eso en países emergentes es muy obvio, y en España también sucede. Todavía los tickets siguen siendo altos y falta un poco para ese acople, pero el apoyo no financiero por muchas de las razones que hemos comentado (formación, formación sobre riesgos, fortalecimiento de entidades u otros) ayuda a equilibrar oferta y demanda.
¿Nos puedes poner algún ejemplo concreto?
Oxfam Intermón, fundación del sector de la cooperación al desarrollo, desarrolla desde hace unos años un proyecto que se llama “Empresas que cambian vidas” para acompañar y reforzar las capacidades de pequeñas empresas que están generando impacto social en sus territorios. El equipo negocia con entidades bancarias para aportarles una garantía que les permita acceder por primera vez a un crédito del sistema bancario. Una vez que la empresa paga ese primer préstamo, puede pedir otro ya sin aval de la entidad acompañante. En este caso, la fórmula combina la garantía con formación, consultoría y acompañamiento para el fortalecimiento de capacidades.
Otro ejemplo sería la llamada Facilidad de Asistencia Técnica (TAF, por sus siglas en inglés), que es la primera que se establece en España, en un vehículo de financiación combinada, que ha puesto en marcha la gestora GAWA con COFIDES, con fondos europeos. En esta ocasión la asistencia consiste en facilitar dinero para contratar consultoras que puedan fortalecer las capacidades de las entidades financieras y microfinancieras en países emergentes, con el objetivo de que comprendan mejor los ciclos y riesgos que tienen asociados las empresas agroecológicas en América Latina. Si las entidades financieras son capaces de entender mejor el sector de esas pequeñas empresas agroecológicas, podrán ofrecer créditos adecuados. La asistencia técnica en este caso se dirige a las entidades financieras para que cambien su forma de otorgar créditos y las pequeñas empresas agrícolas puedan acceder a esos créditos. En definitiva, asistencia para adecuar la oferta a la demanda.
¿En qué medida la economía social y solidaria y el tercer sector puede verse fortalecido con este tipo de asistencia no financiera, para acceder a inversión de impacto?
Estoy convencida que sí puede fortalecerlas. Las organizaciones de la economía social y solidaria muchas veces no tienen capacidad para contratar consultorías, frente a empresas que sí pueden contratar servicios externos. Por eso, con un apoyo estructurado pueden reforzar sus capacidades.
Es un sector especialmente abierto a alianzas, ya lleva mucho camino recorrido, pero si eso se potencia, buscando alianzas para acceder a oportunidades, compartir servicios (ya hay algunas experiencias), puede ser muy positivo. El apoyo no financiero, pensando en una lógica de sinergias, puede ayudar a fortalecer a las empresas y entidades de la economía social y solidaria.
¿Existe demanda real por parte de entidades de la economía social y solidaria de acceso a la financiación de inversión de impacto o se ve con cierta reticencia todo lo que signifique inversión, financiación, etc.?
Sí puede haber prevención respecto a incluir capital de personas que no están implicadas en el proyecto, pero, si entendemos la inversión de impacto como ser socio en el camino, hay experiencias muy positivas. Si se consolida la inversión de impacto y se ve que de verdad cumple la misión de aportar capital a la transformación, a cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), a generar transformaciones sociales, tendrá un campo de experimentación muy interesante entre las entidades de la economía social y solidaria. No hay recetas mágicas ni soluciones para todos, pero sí se pueden crear buenas alianzas.
La banca ética es uno de los actores que lleva más tiempo trabajando en inversión de impacto. ¿Qué aspectos destacarías de su aportación al sector?
En la investigación se muestra que el trabajo que realiza la banca ética es muy personalizado. Forma parte de la propuesta de valor de la banca ética, algo implícito, reconocido por sus clientes (poner en contacto con redes, dar información en recursos de comunicación interna, asesorar sobre procesos de financiación colectiva, acompañamiento en determinados procesos de gestión…). Por eso fortalecer las estrategias de apoyo no financiero que ya se llevan a cabo desde la banca ética puede poner en valor y visibilizar aún más toda esa labor que ya hace.
La banca ética tiene también potencial para tener un papel como constructor del ecosistema de inversión de impacto, apoyando iniciativas de investigación, comunidades de aprendizaje, iniciativas piloto para experimentar fórmulas innovadoras que expandan la economía de impacto, en las que el apoyo no financiero sirve de facilitador o catalizador de estos procesos.
¿Por qué se ha querido destacar el papel que pueden tener las fundaciones dentro de este apoyo no financiero?
Lo cierto es que queríamos destacar el papel del tercer sector en general, y dentro de él especialmente el papel de las fundaciones. En parte porque ya tienen mucho camino recorrido en provisión de asistencia técnica o apoyo no financiero y, además, no tienen esa aversión al riesgo que puede tener una entidad privada. Por ejemplo, algunas entidades de cooperación al desarrollo, como mencionábamos antes en el ejemplo de Oxfam, llevan muchos años haciendo proyectos de intervención, pero también evaluando el impacto, por lo que tienen capacidades instaladas para formar a empresas o entidades en temas de medición de impacto.
En el mundo de la inversión de impacto fuera de España es muy habitual que las fundaciones tengan un papel importante en la aportación de capital catalítico, por su capacidad económica y su mayor tolerancia al riesgo. La inversión de impacto en otros países mira a las fundaciones como motor y, por ello, en la investigación nos preguntamos si aquí, en España, las fundaciones podrían tener ese papel. Hemos visto que como ofertantes de capital pueden tener un papel, pero menor que en otros países y con menor trayectoria (hay proyectos interesantes para animar a las fundaciones a ser ofertantes de capital, como el Fondo de Fundaciones, impulsado por Open Value Foundation y la Fundación Anesvad) . Lo que sí hemos constatado es que las fundaciones tienen un papel muy importante en la provisión de apoyo no financiero, aunque no aporten capital o lo den parcialmente, y también como constructoras del ecosistema, como amalgama, como hemos hablado antes. Por su naturaleza y experiencia sí tienen capacidad para ofrecer apoyo no financiero a organizaciones y proyectos.
La asistencia técnica, ¿cómo puede contribuir a la Agenda 2030 y la consecución de los ODS?
Hacen falta muchos recursos para cumplir con la Agenda 2030, por lo que la inversión de impacto debe fluir hacia proyectos y entidades que de verdad quieran transformar y contribuir a los ODS. Para que esa inversión sea efectiva necesita medirse, que la gestión se haga efectivamente para lograr ese impacto. La asistencia técnica, el apoyo no financiero, contribuye a que esta inversión sea de verdad efectiva y eficaz.