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«La industria de las armas se sostiene perpetuando las guerras». Entrevista a José Gayá, director de cine documental.

El documental “Los hilos del Tablero” (se proyectará en Barcelona el 17 de febrero) hace un recorrido por diferentes conflictos armados actuales pero también pasados, ...

De valorsocial

El documental “Los hilos del Tablero” (se proyectará en Barcelona el 17 de febrero) hace un recorrido por diferentes conflictos armados actuales pero también pasados, para intentar explorar cuáles son las causas de las guerras, quienes se benefician, qué intereses hay detrás…; y también las consecuencias: desplazamientos forzados, saqueos, devastación de territorios -aparte de los asesinatos, y las masacres-. La cinta se erige -a través de testimonios de superviventes desde Gernika hasta Síria- en una denuncia de la industria armamentística y de cómo esta se sostiene, se perpetúa y se escala cada vez más.

También, va más allá: a la desigualdad socio-económica -fruto y base del sistema capitalista- como el principal detonante y facilitador de la violencia que produce las guerras, y que los objetivos de esta son por la explotación de los recursos naturales.

La productora es Colectivo Miradas, un grupo de cineastas independientes, entre los cuales está el director, José Gayá. Él es de un pueblito de la Marina Baixa, en el sur del País Valencià. Se define a él mismo como un documentalista, activista social, una persona a quién le gusta mucho vivir la vida y disfrutarla.

José Gayá en el cine-foro del documental «Los hilos del tablero» en el CineBaix, Sant Feliu de Llobregat. Noviembre 2019.

Una de las cosas que explicas en el documental parte del cuestionamiento a cómo se sostienen las violencias estructurales (extractivismo, desplazamientos forzados… a muchas de ellas no las denominamos guerras) en muchos territorios.

Hay una frase en el mismo documental, de Tica Font, que dice que “la paz no es el contrario de la guerra, la paz es el contrario de la violencia”. Hay que poner el énfasis en la violencia. Por ejemplo en Cataluña o en el Estado español -donde no hay una guerra directa, como las de Siria, Libia o Colombia- ni siquiera una guerra de baja intensidad -como en Chiapas o todos los territorios indígenas de América Latina-, lo que diría es que sí existe desigualdad social, y eso es violencia.

Violencia también es el patriarcado, con los feminicidios como máxima expresión, el racismo, la xenofobia… hay muchos tipos de violencias. Y se las tiene que identificar para poder superarlas.

¿Qué hace que se perpetúen estos conflictos, como las guerras o las guerras de baja intensidad?

Nuestro documental habla de la producción y venta de armas. Si tienes una empresa que fabrica zapatos y no las vendes, tu empresa quiebra. Si tienes una fábrica de misiles, o armas, o drones, robots asesinos, fragatas, etcétera, a gran escala, y no los vendes, tu empresa quiebra. Estamos hablando del lobby más poderoso del mundo, al que no le interesa quebrar, obviamente.

Entonces se hacen guerras por dos razones fundamentales: una, controlar militarmente las regiones estratégicas y los recursos de los países que invaden (Irak es el caso más paradigmático en el petróleo, por ejemplo, o Libia con los acuíferos), y la otra el consumo de armas. Prueban nuevas armas, gastan armas, las industrias armamentísticas venden acciones, venden armas y continúa la barbarie.

El problema más grande de todo esto, aparte de la guerra que mata personas y provoca refugiados, es que la extracción-saqueo de recursos naturales es lo que provoca la catástrofe climática… Extraer agua, gas, petróleo, etc, para elaborar productos que se venden al mundo. Y en la COP25 de Madrid nadie hablaba de consumismo. ¡Pero si es lo que ha provocado todo el tema! Se tiene que replantear todo a nivel filosófico también.

Hay otros países que necesitan armarse porque se amenazan. Sobre todo EE.UU., el que más armas tiene con mucha diferencia (controla el 36% mundial de la producción de armas) y es una amenaza para otros países como Rusia, que se arma para disuadir. China lo mismo. India con Pakistán igual. Es muy perverso porque esto es provocado: hay muchos grupos de poder que provocan estos conflictos para vender armas. Es terrible.

Tu experiencia parte de muchos lugares, pero sobre todo, de acompañar las resistencias popular en América Latina. ¿Cuáles son las luchas allá, qué realidades reflejan, que aquí quizás no son tan palpables?

Cuanta más opresión, más resistencia, más organización, más comunidad. Cuando más sufres, más obligado estás, por necesidad más que por ideología, a organizarte. Porque si no, no puedes sobrevivir. Tanto la PAH de Barcelona, o los campesinos en Colombia o las comunidades negras de los barrios de Estados Unidos. De esta resistencia, de juntarse y compartir los dolores comunes, se genera la conciencia.

Y a partir luchar por una reivindicación específica, como puede ser el caso de una comunidad contra una hidroeléctrica o contra una carretera que quiere pasar por sus tierras, amplías tus luchas y tomas la mirada desde el colectivo -porque ya no estás sola y ya no tienes miedo-, abres la mente y empiezas a luchar para causas más estructurales también, como la feminista. Así es como te vuelves activista para la transformación social.

O por ejemplo en Palestina y en el Sahara, están organizadas porque no pueden sobrevivir de otro modo, todas están más hermanadas, hay mucho apoyo mutuo. Y esto es común en las comunidades indígenas y campesinas, o en un barrio, una favela, o a la PAH. La palabra con que lo resumiría es amor. Tienes más amor por ti, por tus compañeras de lucha, tu familia y por el mundo.

Imagen de «Los hilos del tablero», donde aparece Ahed Tamimi, palestina que fue encarcelada 8 meses por protestar ante un soldado israelí.

Es tan diferente de aquí, en un entorno donde estamos muy alienadas de estas luchas colectivas, porque no tenemos conciencia de las opresiones y es difícil que la gente se organice…

Por eso digo que las luchas las hacen las clases populares, cuando no tienes qué comer o con qué pagar la escuela de tus hijos, o el médico… Por eso migran a los EE.UU., o se levantan los zapatistas: sólo quieren comer, quieren dignidad, que los dejen vivir.

Además, los medios de comunicación, tanto en Europa, Latinoamérica, o el resto del mundo, se encargan de desconectar estas luchas de formas muy sofisticadas. Impregnándonos de que el individuo es lo más importante, y diciéndonos qué significa el éxito según seamos hombres o mujeres. Distraernos y reconvertirnos en un individuo, hacernos creer que vivimos más o menos bien porque hay lugares donde están peor… de aquí viene la desconexión en la que vivimos.

Sobre los datos de la Industria armamentística: ¿quién contribuye a que esta siga siendo una de las principales industrias mundiales? ¿Cómo puede ser que aún sabiendo quién hay detrás sea tan difícil demostrarlo o sacar a la luz datos concretos?

Las que saben más de esto son las del Centre Delàs. Lo que yo sé del cierto es que aquí en el Estado español, lo que hacían los gobiernos (todos) era esconder las cifras en presupuestos y partidas de diferentes ministerios, para que la sociedad no viera que se gastaron tanto dinero en armamento y en temas de defensa, que no son otra cosa que armas para matar. Vino la OTAN y los riñó, porque no se podía hacer un seguimiento esmerado de los convenios (los estados miembros tienen que gastar el 2% del PIB).

18.600 millones de euros es el presupuesto del anterior 800 millones para cultura, 2.000 millones para educación y 4.000 para sanidad (cifras aproximadas). Es una cantidad brutal. Y es todo una ficción porque aquí no hay guerra ni riesgo de invasión ni nada. Todo lo que se dejan en armas podría invertirse en una sociedad más libre y democrática…y no contribuir al terror.

Paradójicamente, en el documental mostráis como os colásteis en la Feria de armamento de Madrid, donde muchos de los comerciales estaban dispuestos a daros las cifras de ventas y compras, etc. Es incluso cómico.

Las personas que entrevistamos en esa parte del documental son representantes de las empresas más poderosas del mundo, tanto norteamericanas como europeas. Volviendo a la metáfora de antes, ellos están vendiendo las armas como si fueran zapatos, les da igual. Su trabajo es vender, y si en el jefe de tres meses están trabajando en otra empresa donde en ninguna parte de vender misiles venden otra cosa, lo harán igual.

El problema es que las armas son para matar otras personas, que parece que a veces se nos olvida. Para desestabilizar, para dar miedo.

Imagen del documental «Los hilos del tablero».

Me da la impresión que para ti es muy importante no solo la realización del documental (que ha durado 2 años en rodarse) o la visualización, sino que el proceso acaba cuando se proyecta, y se hace un debate en colectivo posterior: ¿Cómo entiendes el tipo de documentales que haces y hacéis? ¿Qué debates se generan?

Los documentales que nosotros realizamos son para cuestionar el sistema, ¿y qué manera mejor de hacerlo que ver el documental conjuntamente? Cuanto más cerebros juntos más podemos pensar. Por eso hacemos documentales con temas fuertes que sensibilizan, que emocionan, y de aquí salen sentimientos bonitos entre humanos y llevan a esta reflexión colectiva.

Últimamente hemos hecho muchísimas presentaciones en institutos de pueblos y ciudades a través de un proyecto precioso que se llama Castelló por la paz, y entramos a aulas con decenas de estudiantes, invitando también dos de las protagonistas del documental, Emathla,  refugiada saharaui y Claudia, que es colombiana, para que expliquen la situación a sus países de origen. A partir de las violencias en estos territorios, ellas pueden identificar las violencias en su contexto.

¿Y cómo responder a estas violencias?

Yo creo que es muy importante organizarnos para conseguir presionar el poder. Solas no podemos hacer casi nada. Yo diría que tenemos que romper las barreras ideológicas que nos enfrentan a las que estamos al mismo “bando”, y hacer eje de nuestra lucha dos banderas: los derechos humanos y la crisis climática, y salir adelante. Bastante enemigos tengo yo como para criticar o ponerme en contra de quienes están defendiendo lo mismo, aunque sea de manera diferente, o en una postura más o menos radical. ¡Yo lo que quiero son amigos! Yo no sé que tenemos que hacer, pero el que sí que sé es que hay que ir en su origen del problema, que es el sistema.

Este ciclo de cine-foros del documental de Gayá empezó en noviembre y acaba en enero. Se ha proyectado en Sant Feliu, en Terrassa y Manresa y el 17 de febrero estará en Barcelona. Es un proyecto conjunto de la Fundación Finanzas Éticas con el centro Delàs, que cuenta con la colaboración de la Generalitat y la ACCD (Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo).

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