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Parte 2
Emergencia Climática

Para salvar el planeta tenemos que cambiar las finanzas

Unas finanzas que miren a largo plazo los impactos ambientales de la actividad económica. Y financien solo la economía sostenible socialmente y medioambiental

De Andrea Baranes, vicepresidente de Banca Etica

Madrid no es solo una enésima cita para hablar del clima, es un paso de importancia fundamental. Las investigaciones más recientes coinciden en afirmar no solo que el impacto del ser humano sobre el cambio climático es tan grave como concreto, sino también que dicho cambio se está produciendo a una velocidad incluso superior a lo que se había previsto hasta ahora y, sobre todo, que la puerta para posibles actuaciones se está cerrando.

Necesitamos compromisos serios de todos los países.

En primer lugar, la vigésimo quinta Conferencia del Cambio Climático que se inaugura estos días en Madrid deberá dar forma, o mejor dicho números, objetivos, plazos y compromisos vinculantes a todo lo que respecta a la reducción de emisiones. El núcleo principal es precisamente el compromiso de cada país participante (las llamadas NDC o contribuciones determinadas a nivel nacional).

Un acuerdo difícil cuando menos. En París, durante la COP21 de 2015, se fijaron algunos objetivos concretos (contener el calentamiento máximo dentro de los 2ºC, buscando bajarlo a 1,5°C) y se dieron indicaciones sobre cómo respetarlos, especialmente en lo que respecta a la reducción de emisiones y la reconversión de la economía. A día de hoy, ningún país europeo respeta los compromisos adquiridos hace cuatro años, a la vez que varios participantes están liderados por gobiernos abiertamente contrarios, empezando por los EE.UU. de Trump, que han declarado oficialmente que quieren salir de los acuerdos que ya habían firmado.

Si prevalecen los intereses económicos…

En un marco más amplio, hasta ahora los intereses económicos nacionales a corto plazo han prevalecido sobre las visiones a largo plazo, un problema que afecta tanto a las finanzas públicas como a las privadas. Las primeras no incluyen únicamente los recursos que los gobiernos deberían poner a disposición para contrarrestar el cambio climático, mitigarlo y hacer una adaptación. Hablamos también del compromiso de las instituciones internacionales, que deberían y podrían hace mucho más, como decenas de organizaciones se lo han recordado recientemente a Lagarde en el caso del BCE.

¿Cómo desalentar las emisiones contaminantes?

Pero, más ampliamente, las finanzas públicas también incluyen el enfoque elegido para desincentivar las emisiones de carbono que alteran el clima. A fecha de hoy, la ruta principal ha sido la del criticadísimo RCDE, acrónimo del régimen de comercio de derechos de emisión, el mercado de las emisiones en el que las empresas pueden comprar y vender sus derechos de contaminación.

Decepcionante cuanto menos por el lado de los resultados que ha obtenido hasta la fecha, el RCDE supone una mercantilización, sino una financierización del clima. No paga quien contamina, sino que quien paga puede contaminar, mientras crece el volumen de instrumentos como los derivados vinculados al clima y las emisiones, auténticas apuestas especulativas sobre el futuro del planeta. Muchas partes sostienen desde hace años que la ruta principal debería sin embargo concentrarse en la fiscalidad, gravando el contenido de carbono de productos y servicios, una forma de hacer desventajosos aquellos que más contaminan y de premiar a los países y las empresas más virtuosas. 

Muchas partes sostienen desde hace años que la ruta principal debería concentrarse en la fiscalidad, gravando el contenido de carbono de productos y servicios.

Financiamiento sostenible con riesgo de greenwashing y debilitamiento

Si el sector público es fundamental, tanto por la dimensión de las finanzas públicas como obviamente por la capacidad de introducir normas y controles, para afrontar la crisis climática es igualmente importante tener en cuenta las finanzas privadas. Si hoy todos hablan de las finanzas «sostenibles», en demasiados casos, más que a un compromiso real con un cambio concreto, se asiste a la proliferación de iniciativas esencialmente centradas en el marketing, pensadas más para responder a la creciente atención de las personas con ahorros que para transformar el negocio. 

En algunos aspectos, es parecido al recorrido de las instituciones europeas con las finanzas sostenibles, caracterizado por luces y sombras. El riesgo es que los criterios desarrollados para definir la sostenibilidad sean extremadamente diluidos y, por lo tanto, ineficaces frente a la actual emergencia. En la incertidumbre actual y bajo el peso de los lobbies, sectores como el nuclear o el del carbón podrían volver a entrar en el perímetro de la «sostenibilidad», vaciándolo completamente de contenido.

…y siempre se olvidan lo social y abordar la especulación

Pero ampliando la mirada, el problema es mucho más complejo. En los documentos europeos no hay nada o casi nada sobre impactos sociales o derechos humanos y, lo que es aún más increíble si cabe, tampoco sobre la especulación, los horizontes a cortísimo plazo de las finanzas, la inestabilidad de los mercados ni las crisis y las burbujas financieras. Un enfoque destinado a fallar desde el principio. Aunque quisiéramos hablar solo del clima, de hecho, los horizontes a cortísimo plazo de los mercados financieros son uno, si no el principal motor de la devastación ambiental. La finalidad de las empresas es únicamente maximizar sus beneficios a corto plazo para hacer subir el valor de sus acciones y complacer las expectativas de los inversores (y de los altos directivos cuya retribución también sigue una óptica puramente financiera y cortoplacista). Cualquier consideración ambiental debe ser sacrificada en el altar de los índices financieros y del insaciable apetito de los mercados.

Necesitamos un cambio radical en el sistema financiero global

Por lo tanto, para cambiar de rumbo es prioritario cambiar el conjunto del sistema financiero y orientarlo hacia una visión a largo plazo centrada en los impactos no económicos de la actividad comercial. De esto se ocupan cotidianamente las finanzas éticas, cuyo reto principal hoy probablemente sea contaminar el sistema tradicional y mostrar al gran público que existe una alternativa posible, en la que las finanzas vuelven a ser un medio al servicio de la sociedad y del planeta y no un fin en sí mismo para hacer más dinero con el dinero.

Nos encontramos debatiendo si la cotización de las acciones en los mercados financieros no debe tener prioridad sobre el futuro de todas las especies vivientes. Esto es lo que está en juego en Madrid.

Observando el mercado de las emisiones (RCDE) o el papel de las finanzas privadas, la financierización de la economía y hasta del clima y de la vida misma de este planeta es uno de los problemas principales, si no el más importante. Aunque parezca increíble, de hecho nos encontramos debatiendo si la cotización de las acciones en los mercados financieros no debe tener prioridad sobre el futuro de todas las especies vivientes, la nuestra incluida. Esto es lo que está en juego en Madrid. O la Bolsa o la vida.

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