«La pandemia es el detonante de la crisis, no la causa» Dolors Comas d’Argemir, antropóloga.
Dolors Comas d’Argemir. Catedrática de antropología social de la Universidad Rovira i Virgili. Ha investigado sobre muchos temas, pero destaca especialmente los ...
De Alba Crespo RubioDolors Comas d’Argemir. Catedrática de antropología social de la Universidad Rovira i Virgili. Ha investigado sobre muchos temas, pero destaca especialmente los que hacen referencia a la ecología política y los que muestran la interacción entre desigualdades de género y de clase. La violencia de género y los trabajos de cuidado son los temas a los que me he dedicado más en los últimos años.
¿Qué lectura tienes del momento actual en términos económicos y sociales?
Es un momento muy complicado, por el ascenso que ha habido del neoliberalismo y de las peores caras de la globalización, que se ha agravado con la crisis del coronavirus. Pero quiero destacar que esta última crisis no depende sólo de una cuestión biomédica (que también), sino que tiene unos fuertes componentes sociales y políticos. Nos pone de relieve las contradicciones del sistema en que vivimos. Un crecimiento económico a costa de la destrucción del medio ambiente y a costa de la vida, dónde son los más pobres los que más sufren y son las mujeres las que llevan las cargas más pesadas.
Después de los años dorados de la construcción de los Estados del Bienestar en Europa, nos llegan las consecuencias de su adelgazamiento. Actualmente la contradicción entre capital y trabajo se ha ampliado a la contradicción entre capital y vida. Por eso las luchas sociales que han aparecido en los últimos años se añaden a las sindicales y son luchas relacionadas con la reproducción social: en defensa de la sanidad pública, de la educación, de las pensiones, del medio ambiente, de la vivienda…
«Actualmente la contradicción entre capital y trabajo se ha ampliado a la contradicción entre capital y vida»
Leyendo tu intervención en las jornadas de 2019 «10 años de crisis. Tomamos el control de las finanzas», recogido en el libro «Los movimientos sociales ante los diez años de crisis» (Icaria Editorial), hablas del retroceso en derechos sociales de este periodo, pero al mismo tiempo del repunte de la organización popular contra este ataque. ¿Cómo afectará en ambos sentidos esta nueva crisis?
Las incertidumbres caracterizan esta nueva crisis, y eso dificulta las predicciones. Efectivamente, los movimientos sociales son el reflejo de una sociedad viva, que no se deja doblegar ante las injusticias. Y confío mucho, como un elemento no sólo de resistencia, sino también de transformación social.
Lo que han proclamado el feminismo o el ecologismo desde hace años, ahora lo vemos claramente reflejado en lo que está pasando. Necesitamos un mundo donde poder vivir y eso no se consigue con la destrucción de la naturaleza; necesitamos trabajar para poder vivir, no para ser esclavos. Necesitamos proclamar la defensa de la vida como elemento central. Y todo esto no tiene sentido si persisten las desigualdades sociales. Necesitamos justicia social. Y lo tenemos que reclamar desde la política, desde las luchas sociales.
He aprendido en la vida que nada se nos regala, que hay que luchar para conseguir lo que queremos y lo que necesitamos. Para que los que tienen el poder no ceden tan fácilmente.
«Lo que han proclamado el feminismo o el ecologismo desde hace años, ahora lo vemos claramente reflejado en lo que está pasando»
Siguiendo el hilo del mismo texto, estos últimos meses también se ha hablado mucho de la vulnerabilidad social, y las desigualdades estructurales, que ya existían pero ¿en momentos así se acentúan o sólo se ponen en evidencia?
Primero se ponen en evidencia, y después se acentúan. Como expresaba antes, la pandemia es el detonante de la crisis, no la causa. Evidencia las debilidades del sistema, las vulnerabilidades. Lo hemos visto con lo ocurrido en las residencias. Parece algo muy concreto: no lo es. No sólo nos muestra la fragilidad de la organización social del cuidado, sino que también nos interpela sobre qué papel otorgamos a la vejez, a las relaciones intergeneracionales, los vínculos sociales, a la continuidad de la sociedad.
Se ha evidenciado que son los trabajadores esenciales: la clase cuidadora, en palabras de David Graeber, porque sin esta clase cuidadora no podríamos vivir ninguno de nosotros. Y la pandemia ha afectado de forma desigual: se ha exacerbado con los sectores más pobres, los más vulnerables.
El género también ha marcado mucho la forma en que se ha sufrido y sufrirá la situación. ¿De qué maneras específicas se plasma esto?
Sí, las mujeres llevan la peor parte. Son predominantes en esta clase cuidadora, que a menudo se ejerce sin derechos laborales, como es el caso de las trabajadoras del hogar, por ejemplo, o que se ejerce en peores condiciones que los hombres. La brecha de género existe. Y comienza ya con la brecha de género en el cuidado, porque las mujeres son las que mayoritariamente hacen los trabajos no remunerados que nos permiten vivir: cuidan de las personas de su entorno, y esto, que es muy necesario, condiciona las trayectorias vitales y resto oportunidades (laborales, políticas).
Estoy conduciendo ahora mismo una investigación sobre el impacto de la Covidi-19 en las cuidadoras de personas mayores y dependientes, un sector mayoritariamente femenino, que ha sido relegado durante la pandemia, al menos en sus inicios, y que ha sufrido mucho las sus consecuencias. Son las trabajadoras en residencias, en los servicios de atención domiciliaria, asistencia personal, trabajo del hogar. Un sector esencial, aunque ha sido muy invisibilizado. Este es un ejemplo de cómo el género impregna el valor que damos a determinadas ocupaciones. Pero también tengo que decir que las mujeres son luchadoras, y fijémonos que las mujeres están muy presentes en buena parte de los movimientos sociales actuales (lo que llamamos «mareas» por ejemplo).
«Las mujeres son las cuidadoras de personas mayores y dependientes, las que trabajan en residencias y han sufrido mucho las consecuencias de la pandemia; pero también son luchadoras, están muy presentes en los gran parte de los movimientos sociales.»
Entorno a estas dificultades, sobre todo económicas, ha habido respuestas -que ya existían o que han surgido a raíz de ello- para hacerle frente, desde los espacios comunitarios, organizaciones y movimientos sociales, de la ESS. ¿Qué destacarías? ¿Cuáles han sido sus efectos a corto plazo?
Hay las luchas sociales defensivas, y algunas las he mencionado antes, como luchas que reclaman derechos, defensa del sistema público, de las pensiones, la misma PAH. Son luchas necesarias para que defienden los que más sufren las injusticias sociales, y son luchas de resistencia porque intentan preservar el acceso universal a elementos tan básicos e importantes como la sanidad, la educación, la vivienda. También está el movimiento sindical, que viene de más lejos y defiende los derechos de los trabajadores; necesario pero con problemas para afrontar la nueva precariedad derivada de trabajos inestables, uberizados.
Son muy interesantes e importantes los movimientos que buscan alternativas al sistema, como tener finanzas éticas, economía social, cooperativas de consumo. Y sitúo el feminismo del 99% y el ecologismo como movimientos que aportan elementos para la transformación social, ya que erosionan las bases de este sistema productivista que crea tantas desigualdades de género y también sociales, y aportan como valor nuevo la necesidad de dar centralidad a la vida.
«El feminismo del 99% y el ecologismo como movimientos que aportan elementos para la transformación social, ya que erosionan las bases de este sistema productivista que crea tantas desigualdades»
¿Compartes la mirada de que se puede extraer algo positivo, de estos momentos, a nivel colectivo? ¿Por qué?
Toda crisis supone rupturas, evidencian cosas que no veíamos, obliga a reinventarnos a nosotros mismos y en repensar el mundo en que vivimos. Pero insisto con las incertidumbres que nos depara el momento y la gestión de estas incertidumbres son clave. La gestión del miedo puede conducir a unas sociedades más represivas, y Naomi Klein nos ha mostrado como la lógica capitalista, la del poder desigual, ha sabido aprovecharse del caos, de las crisis. Pero también es cierto que esta crisis trae conciencia hacia aspectos que no habíamos cuestionado y nos interpela sobre unos estilos de vida que se han mostrado insostenibles.
«Las incertidumbres que nos depara el momento y la gestión de estas incertidumbres son clave»
¿Crees que el sistema y las instituciones que lo sostienen podía prever este bache? ¿O también ha demostrado grietas? ¿Cierta vulnerabilidad?
Se ha escrito mucho sobre esto y no sé si puedo añadir nada nuevo al respecto. Hemos estado ciegos a aspectos que podíamos prever. Vimos despreciar este virus porque parecía que era exótico, estaba lejos y a nosotros no nos podía afectar, con una soberbia increíble. Los científicos están mostrando ya desde hace tiempo que la «urbanización de los animales», las macrogranges, facilitan las mutaciones de los virus y su traspaso a los humanos.
¿Alteramos la naturaleza a unos extremos inauditos y pensamos que esto no debe pasar factura? Hay informes al respecto desde hace años, que no se han querido tener en cuenta. Porque suponen cuestionar muy a fondo el sistema depredador e injusto en que vivimos.
¿Tienes o podrías hacer un pronóstico, una previsión de cómo serán los meses (o años) que vienen? ¿O identificas propuestas de cara a cómo abordarlos para evitar o paliar las consecuencias y dificultades que posiblemente seguirán?
Ojalá tuviera la receta… No la tengo. Sí tengo claro que hay que generar nuevas formas de solidaridad, de acción política y comunitaria que no abandonen a la gente más necesitada y vulnerable. La crisis incrementa las desigualdades y no nos tenemos que conformar. Nos equivocaríamos si estimulamos reacciones anti-política, fáciles de surgir como respuesta al miedo y las incertidumbres. Necesitamos más política, de la buena, de la que se puede hacer desde las instituciones y desde la calle en la defensa de la justicia social. Y aquí cada uno de nosotros puede jugar un papel.